LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle
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lunes, 20 de noviembre de 2017

HISPANIORUM DUCE AC PRUDENTISSIMO VIR

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                                               ARMIS HIC VICTRICIBUS
                                                 MENS IUGITER VICTURA
                                           MUMENTUM HOC
                                    D.D.D.

                                                 MXMXXXVI  - MXMLXXV 
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jueves, 2 de noviembre de 2017

DE LA RABIOSA ACTUALIDAD

"Desde el 78 es un sobreentendido que España no hizo una Constitución, sino que una Constitución hizo España".

Ignacio Ruiz-Quintano, en ABC del 31.10.2017 

Si no para grabarla en mármol, que también, es frase merecedora de quedar grabads en nuestros desvencijados cerebros de españoles un poco avergonzados de serlo, otro poco ignorantes de nuestra propia historia.

jueves, 21 de julio de 2016

LOS SUCESOS DE JULIO DEL 36 EN ALCALÁ DE GUADAIRA (Y 2)

Pero analicemos, después de haber descrito la cronología de esos hechos, algunos puntos, aún controvertidos, de esos sucesos de julio de 1936 algo más detenidamente.

 El asesinato de Alcalá y Henke
Por ejemplo, el asesinato de D. Agustín Alcalá por parte de unos pistoleros cuya identidad no se ha llegado a saber nunca. Existe la sospecha de que estos pistoleros no fueran más que unos mercenarios. ¿Pero quiénes fueron los autores intelectuales del crimen?
Una foto posiblemente inédita de Agustín Alcalá (centro) con Fernando Bocanegra (dcha.) y Joaquín García (izda.) en una playa de Sanlúcar de Barrameda en los felices 20, muy lejos de sospechar lo que sería su trágico destino años más tarde. Obsérvese, por cierto, la indumentaria tan playera que lucen los tres.
Según Javier Jiménez, la muerte de Alcalá y Henke no cabe atribuírsela al campo de la izquierda, sino más bien al de la derecha. Según sugiere este historiador, habría sido Pedro Gutiérrez Calderón el verdadero inductor a causa de la «gran rivalidad» existente entre ambos por la «competencia económica, pues los dos se dedicaban al aderezo de aceitunas», a las «críticas que don Agustín formuló contra el endeudamiento municipal» cuando don Pedro fue Alcalde con Primo de Rivera, y finalmente, «habría de ser la postura dialogante que mantuvo siempre el primero hacia las reivindicaciones obreras durante la Segunda República la causa principal del odio que el alcalde primorriverista sentía hacia su adversario.»
Y abundando en esta tesis añade Jiménez:
«Durante la guerra civil se instrumentalizaría políticamente la muerte de Agustín Alcalá, imputándosela a los 'rojos'. Sin embargo, no parece probable que el miembro más comprensivo de la patronal fuese asesinado por unos exaltados de extrema izquierda. Es posible que el móvil no tuviese un carácter político sino que se tratase de alguna venganza.»
Esta tesis es tan retorcida y truculenta, y al mismo tiempo tan ingenua («que el miembro más comprensivo de la patronal fuese asesinado por unos exaltados de extrema izquierda» es perfectamente posible), que se cae por su propio peso. Sin contar con que no aduce ni una sola prueba en su favor.
Más cierto parece que la primera víctima elegida fuera el propio don Pedro «quien días antes -afirma V. Romero- tuvo conocimiento a través del tonelero Luis Monje de estar acordada su muerte, y huyó a Portugal.» Por cierto que Pedro Gutiérrez ya sufrió su propio «entierro» en vida en febrero de 1930, cuando la «Dictablanda» del general Berenguer. Esta vez la cosa iba en serio. Pero huidos Manuel Beca y Pedro Gutiérrez (V. Romero dice que el primero a Sevilla y el segundo a Portugal; J. Jiménez, al contrario), el único gran empresario que quedó en la ciudad fue don Agustín, quien, por lo demás no carecía de significación política pues recordemos que en las elecciones del 12 de abril de 1931 había obtenido mayoría absoluta para su partido. Cierto que esa Corporación ni siquiera pudo llegar a tomar posesión, pues una muy democrática «Junta ciudadana Provisional», constituida exclusivamente por republicanos, se apoderó del poder municipal, haciendo tabla rasa de todo lo anterior, empezando, como es costumbre, por el callejero.
A estas alturas pueden caber pocas dudas de que la muerte de Alcalá y Henke se fraguó en el seno del Ayuntamiento por miembros del Comité Revolucionario: basta consultar el capítulo «Concejales republicanos», y especialmente el apartado titulado «Luis García Rodríguez (y el asesinato de Agustín Alcalá y Henke)», del libro de F. J. Montero Gómez. Es verdad que los testigos son todos de derechas (excepto el concejal José Salazar Muñoz) y que por razones obvias ninguno pudo ser testigo presencial de la conspiración, por lo que declaran de oídas y por referencias. Pero el que todos los testimonios (tomados por diferentes agentes de la autoridad y en procedimientos distintos) fueran esencialmente coincidentes y el dicho cierto de que «en un pueblo todo se sabe» confirman esta teoría.

La inexplicada muerte de Miguel Ángel Troncoso
Sin embargo, hay una misteriosa muerte no aclarada: la de Miguel Ángel Troncoso, a la sazón jefe de la policía municipal desde febrero del 36, en sustitución de José Cano Guerra, destituido por las mismas fechas. Según declaró su hijo mayor (que contaba 13 años entonces) a F. J.Montero, cuando Castejón «llegó con su tropa al Ayuntamiento, tuvo con mi padre una conversación que algunos observadores, personas que permanecían detenidas en el patio de la planta baja del propio Ayuntamiento, consideraron amigable. Si embargo, poco después, 'el valeroso comandante', en la planta alta y en la misma sala del alcalde asesinó a mi padre y lo desposeyó de todas sus pertenencias: el dinero que llevaba encima el reloj de pulsera, etc.» ¿Es creíble esta versión? Como él no pudo ser testigo presencial, ha debido de oírla de otros, que no cita por sus nombres. Pero si estos estaban en la planta baja, cómo pudieron saber lo que pasó en la alta. ¿Fue el propio Castejón quien disparó sobre Troncoso a sangre fría, y aparentemente sin venir a cuento? ¿Es creíble que un oficial de carrera robe a la víctima sus pertenencias?
Muy diferente es la versión que ofrece V. Romero: «El Alcalde y el Comité Revolucionario habían huido previamente, dejando al frente del edificio a Miguel Ángel Troncoso, Jefe de la Policía Municipal, que tenía el propósito de entregarlo. En el despacho del Alcalde, hay un tiroteo y muere el Jefe de la Policía. Queda una bala incrustada en el techo. Los atacantes se hacen del edificio, encontrándolo saqueado y revuelto, y sólo petardos, espoletas y mechas.» Y aquí surgen más preguntas: ¿cómo sabemos que el Jefe de la Policía tenía el propósito de entregarlo? ¿Bajo algunas condiciones? ¿Iba armado o desarmado? Parece que para estos interrogantes ya no encontraremos nunca las respuestas.
Muchas cosas, y casos, nos dejamos en el tintero por no alargar este artículo.
Pero no creo inútil recordar estos sucesos, de hace ahora 80 años, para saber por qué pendientes no deberíamos deslizarnos nunca más los españoles, toda vez que ya sabemos que conducen a abismos fratricidas. Habla, Historia, habla.



martes, 19 de julio de 2016

AYER Y HOY


El entusiasmo es fácil, enardecidos por la lucha, cuando defendemos nuestra vida y nuestros hogares. En la quietud de la paz, ya es más difícil. ¡En pie de guerra siempre! ¡Malditos los que olvidan! ¡Ay de nosotros si dejamos perder lo que hemos ganado! No basta con haber sido heroicos frente a la muerte; hay que ser heroicos frente a la vida. No bastar con saber morir. ¡Hay que saber resucitar!

Jacinto Benavente, Aves y pájaros (estrenada en el Teatro de la Comedia la noche del 25 de octubre de 1940)

miércoles, 13 de julio de 2016

LOS SUCESOS DE JULIO DEL 36 EN ALCALÁ DE GUADAIRA (1)

A la memoria de mi hermano Rafael,
con quien ya no podré contrastar este artículo

Se cumplen en este 2016 ochenta años de aquellos aciagos acontecimientos que tuvieron lugar en Alcalá, como en toda España, en julio de 1936. Acontecimientos que debieran ya ser sólo materia de estudio sereno por parte de historiadores, una vez cerradas y cicatrizadas las heridas, y muertos tiempo ha los que los protagonizaron, si no fuera porque la promulgación, por razones electorales, de la Ley de Memoria Histórica (2007) por parte de uno de los más irresponsables gobernantes que ha tenido España no hubiera pretendido abrir divisiones entre los españoles hace tiempo superadas.
En lo que sigue, y ciñéndonos a los sucesos de Alcalá, sólo pretendemos establecer un status quaestionis, así como delimitar las lagunas o incógnitas que todavía subsisten. La bibliografía existente se reduce a tres libros: el de Vicente Romero Muñoz, Alcalá de Guadaíra. Julio de 1936 (2009), las aportaciones de Javier Jiménez en Permanencias y cambios en la Baja Andalucía. Alcalá de Guadaíra en los siglos XIX y XX (1995, pp. 309-461) y, por último, Alcalá de Guadaíra, 21 de julio de 1936: Historias de una venganza (2007), de Félix Juan Montero.
El primero está escrito desde una perspectiva declaradamente religiosa («Me quedo con algunos secretos. Este libro no servirá para reemprender polémicas, iría contra mi ideal de cristiano...»), lo que quizás iría contra ese ideal, pero no contra lo que esperamos de la labor de un historiador. Con todo, y a pesar de los secretos que dice reservarse, constituye un testimonio imprescindible, por ser su autor coetáneo de los hechos narrados.
Por su parte, Javier Jiménez parece escribir desde una perspectiva «politically correct», más inclinado a compartir las tesis de un Paul Preston que las de un Stanley G. Payne, para entendernos, lo que no obsta para que sea el estudio más documentado y completo hasta la fecha (con matices, eso sí, con muchos matices).
El mito de la venganza
Por último, el libro de F. J. Montero, consecuencia de la mentada Ley de Memoria histórica, sostiene la tesis de que «lo que ocurrió en Alcalá a partir de la tarde del 21 de julio de 1936 fue un escarmiento despiadado y sin misericordia; una venganza programada y dirigida» porque, lógicamente, las víctimas de aquella «venganza programada» «sólo eran personas comprometidas en mejorar la vida de su pueblo desde las instituciones legítimamente establecidas», al decir de los ilustres prologuistas del libro, Antonio Gutiérrez Limones y Fernando Rodríguez Villalobos (o sea, que no hubo previamente violencias, ni incendios, ni saqueos, ni destrucción del patrimonio, ni asaltos a casas particulares, ni alteraciones del orden público, ni intimidaciones, ni detenciones ilegales, ni desacato a las propias leyes republicanas, ni resistencia a la autoridad...).
Lo curioso es que la propia tesis del libro queda desmentida en su propio texto: no sólo la represión en Alcalá fue menor que en otros pueblos, sino que, pasados los primeros meses de muertes por simple aplicación del Bando de Guerra, muy pronto los procesos se encauzaron a través de la justicia militar, con acusación, deposición de los propios acusados, abogado defensor, testigos, pruebas y testimonios. Algunos salieron absueltos; otros, condenados a penas severísimas, que pronto se reducían a penas menores y que les permitieron salir libres más pronto que tarde. Un caso que puede servir de botón de muestra es el del apodado el Chele, uno de los agitadores más destacados en las jornadas de la orgía roja. Huyó y pasó toda la guerra en el bando republicano, donde quedó ciego por la explosión de una granada. Los testimonios en su contra fueron abrumadores: «durante los días de dominio rojo se distinguió en la persecución y detención de personas de orden, fue uno de los principales directores de los saqueos e incendios de las casas particulares e iglesias de la población, así como Jefe de los servicios que montaron los rojos, colocando alambradas para resistir la entrada de las tropas nacionales; intentó prender fuego al depósito municipal donde se encontraban detenidos los elementos de derecha; y por último huyó de Alcalá cuando el día 21 de julio de 1936 entraron las referidas tropas.» Alguno de los testimonios llegaba a relacionarlo con el asesinato de Agustín Alcalá.
Cuando fue juzgado el 25 de septiembre de 1939, el fiscal pidió para él la pena de reclusión perpetua, mientras que el defensor, que hizo notar la ceguera que sufría (que «ya es bastante castigo», llegó a decir), solicitó una pena de seis meses y un día , y esta fue la pena que finalmente le fue impuesta por el tribunal. El Chele salió en libertad el 30 de octubre de 1940. A pesar de haber luchado en el bando republicano, le dieron permiso, gracias a una recomendación, para ser vendedor de la ONCE y así ganarse la vida. Murió en su casa, sin que nadie le molestara, a los 75 años.

En realidad, Javier Jiménez explica la relativamente escasa dureza de la represión (90 fusilados frente a los 415 de El Arahal, por ejemplo) por tres factores:
    - la huida de muchos de los rojos más activos a la zona republicana.
    -la escasa resistencia ofrecida por los partidarios del Frente Popular apostados en la carretera de Sevilla, puestos en fuga prácticamente al primer cañonazo.
    -la inexistencia, sobre todo, de víctimas de derechas durante los días del Comité Revolucionario, pues como se sabe, y a pesar de varios intentos, finalmente no se metió fuego a la cárcel en que estos se encontraban detenidos, como ocurrió en otros pueblos.
La secuencia de los hechos puede resumirse así: a) 17 de julio, asesinato de don Agustín Alcalá y Henke, b) 18 de julio, constitución de un Comité Revolucionario, con plenos poderes autootorgados, integrado por miembros del Frente popular y también anarquistas; se organiza una «milicia popular», c) 19 y 20 de julio: La noche del 19 se queman Iglesias, conventos y casas de patronos; previo encarcelamiento de 38 personas significadas de la «derecha». Desde la estación del Adufe se corta el suministro de agua a la capital, que tampoco recibe el pan de Alcalá. Esa misma noche se vigilan los accesos a la ciudad por unos 40-50 milicianos. d) Día 21, al atardecer del día 21 de julio la columna de Castejón llega a Alcalá, sitia el ayuntamiento y tras un tiroteo, la mayoría del Comité logra huir.
Continuará

(Publicado en el núm. 433 de La Voz de Alcala, correspondiente al periodo del 1 al 14 de julio de 2016,  p. 16. La segunda y última parte del artículo aparecerá en el próximo núm., el del 15 al 31 de julio. Desgraciadamente este quincenario no tiene versión digital)

lunes, 2 de noviembre de 2015

ANTONIO MACHADO Y LA "CUESTIÓN CATALANA"

"Razón tienes, diosa mía, cuando me dices que la República ¡tan deseada! -yo confieso haberla deseado sinceramente- nos ha defraudado un poco. La cuestión catalana, sobre todo, es muy desagradable. En esto no me doy por sorprendido, porque el mismo día que supe el golpe de mano de los catalanes (1), lo dije: "los catalanes no nos han ayudado a traer la República, pero ellos serán los que se la lleven". Y en efecto, contra esta República, donde no faltan hombres de buena fe, milita Cataluña. Creo con don Miguel de Unamuno que el Estatuto es, en lo referente a Hacienda, un verdadero atraco, y en lo tocante a la enseñanza algo verdaderamente intolerable. Creo, sin embargo, que todavía cabe una reacción en favor de España, que no conceda a Cataluña sino lo justo: una moderada autonomía, y nada más."

(Carta del jueves 2 de junio de 1932 a Pilar Valderrama, en pleno debate del Estatuto catalán en las Cortes) 

(1) Se refiere a la proclamación de la República catalana por Francesc Macià el 14 de abril de 1931, sin atenerse a lo acordado en el pacto de San Sebastián.

lunes, 7 de octubre de 2013

EL 7 DE OCTUBRE DE 1571

Hoy, fiesta de Nuestra Sra. del Rosario, y aniversario de la victoriosa batalla de Lepanto, os invito a leer mi traducción del poema de G. K. Chesterton, que se encuentra AQUÍ.


martes, 30 de octubre de 2012

LOS HOMBRES DEL AÑO 12


Se acaba de publicar esta colección de biografías de extremeños que destacaron en la política y el pensamiento en el entorno del doceañismo. Coordinada por el historiador José María Lama, esta publicación ofrece veintisiete biografías de otros tantos personajes, entre los cuales destacan por su fama Muñoz Torrero, Pablo Montesino, José Álvarez Guerra, Bravo Murillo o Donoso Cortés.

Sobrada razón lleva José María Lama cuando afirma en su Introducción:

La biografía, uno de los más viejos géneros historiográficos, ha estado mal vista durante decenios por una mal entendida veneración al papel de las masas y una exagerada aversión a considerar el acontecimiento como lo que es: la unidad mínima del hecho histórico. Pero desde hace años ha adquirido una pujanza nueva. Libres ya de los prejuicios -más ideológicos que estrictamente historiográficos- que impedían conciliar convicciones entendidas como contrarias, los nuevos historiadores son conscientes de que lo individual y lo episódico forman parte de la historia en la misma medida que lo colectivo y lo procesal. Más aun: que el individuo y el episodio son los necesarios eslabones de la colectividad y del proceso.

jueves, 11 de octubre de 2012

SALAMANCA, 12 DE OCTUBRE DE 1936

Todos conocéis el famoso episodio que don Miguel de Unamuno protagonizó, junto con Millán Astray, aquel 12 de octubre, Día de la Raza, en Salamanca. Hay una versión vulgata, muy circulada, que insiste en el enfrentamiento entre el intelectual defensor del templo de la inteligencia y el militarote bravucón que grita en defensa de la muerte.

Ahora bien, no hay ninguna grabación, ni sonora ni visual, del episodio. Ni siquiera textos escritos, porque ambas intervenciones fueron improvisadas y espontáneas. En el caso de Unamuno, que solía repentizar sus discursos, sólo contamos con una tarjeta, en cuyo reverso había escrito estas palabras:

Guerra internacional, civilización occidental cristiana, independencia, vencer y convencer, odio y compasión, lucha, unidad, catalanes y vascos, cóncavo y convexo, imperialismo lengua, Rizal, ni la mujer, odio inteligencia que es crítica que es examen y diferenciadora inquisitiva y no inquisidora.

No hay más remedio que acudir, pues, a los testimonios, directos e indirectos.

Entre los primeros, cabe señalar el de Eugenio Vegas Latapié, testigo presencial y directísimo, el de Pemán, en un artículo de ABC de 1965, o el del propio Millán Astray en una nota de su archivo. 

Respecto a los segundos, cabe decir que la fantasía es libre, y a fantasear es mayormente a lo que se dedican los "testimonios" de Carlos Rojas, Serrano Súñer, Paul Preston o Gabriel Jackson. No así el del propio Franco, que pone las cosas muy en su sitio, con no poco sentido común, en sus conversaciones con Franco-Salgado, a propósito del artículo de Pemán:


Se ajusta a la realidad de los hechos. Todo fue una réplica del general a la actitud, bastante molesta, del señor Unamuno, que no se justificaba en un acto patriótico, en un día señalado y en la España nacionalista que luchaba en el campo de batalla con un feroz enemigo y con grandes dificultades para vencerlo. Millán se creyó obligado a reaccionar en la forma que lo hizo a lo que consideró una provocación del ilustre catedrático.

Todas estas versiones y testimonios, y algunas más, se pueden encontrar en el Millán Astray, legionario, Madrid, La Esfera de los Libros, 2006 (5ª ed.), pp. 321-347. Claro que a quienes ya han tomado partido contra Millán Astray todo esto les convencerá poco.

Tal vez les convenza más lo que dicen Colette y Jean-Claude Rabaté en su reciente biografía de Unamuno (Madrid, Taurus, 2009), aunque titulen insidosamente su penúltimo capítulo "El prisionero de Salamanca", cuando es bien sabido que Unamuno jamás estuvo detenido, ni siquiera bajo arresto domiciliario.

Quizás la verdad de estos hechos se encierre en una carta que Millán Astray dirigió al padre del dramaturgo Alfonso Paso, y que éste publicó en El Alcázar de 28 de septiembre de 1970:

Me fastidió tanto su supuesta superioridad y su afán de hacernos comulgar con ruedas de molino, que no pude remediarlo y dije textualmente: si esto es inteligencia, muera la inteligencia. Pero se ha quedado sólo con la última parte.




 [Unamuno, con el cardenal Pla y Daniel, a la salida del acto. Debajo, tarjeta sobre la que escribió el "guión" de su discurso.]


lunes, 13 de agosto de 2012

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ Y LA SEGUNDA REPÚBLICA

Querido Juan Marinello: salí de España en guerra porque quería conservarme libre y comprendí que no podía (*). Yo no voy atado ni empujado adonde me quieran llevar. Soy tan libre como usted o un poco más, ya que no soy político y no adquiero compromisos. No he querido nunca, ni en mi España ni en su Cuba, ni en ninguna parte, levantar el puño, esclavo, a los esclavos que lo levantan, ni estender la mano, esclava, a los esclavos que la tienden. Usted verá, ya que es más joven que yo y vivirá mucho más, por su suerte o su desgracia, cómo muero,  cómo salgo de la vida, como salí de España, libre.

Juan Ramón Jiménez, Guerra en España, edición de Ángel Crespo revisada y ampliada por Soledad González Ródenas, Granada, Point de Lunettes, 2009.

(*) El relato pormenorizado de las circunstancias que rodearon su salida de España, el 22 de agosto de 1936, se encontrará también en otros lugares de este mismo libro.

lunes, 18 de junio de 2012

MANUEL AZAÑA Y EL PODER JUDICIAL


En la Historia de la Segunda República, de Josep Pla (Barcelona, Destino, 1940) puede leerse la contestación de Azaña a una interpelación de Gil Robles, en la que éste pretendía que "La política del Gobierno está acabando con la independencia del Poder Judicial; los jueces están viviendo bajo el peso de una intolerable coacción. (pág171).

En su contestación, Azaña: “(.....)En primer lugar, yo no sé qué es el Poder Judicial [el señor Xirau : ¡Evidente!] Aquí está la Constitución. Yo no gobierno con libros de texto, ni artículos, ni con tratados filosóficos y doctrinales, gobierno con este librito y digo que se me busque en este libro Poder Judicial, que lo busquen aquí, a ver si lo encuentran [el señor Rey de Mora: No estará en la palabra, pero en el concepto sí está] No, señor Rey Mora, no es sólo una cuestión de palabras; va mucha e importantísima diferencia de decir “Poder Judicial”, a decir “administración de Justicia”. (...) Es preciso decir que ruedan por el vocabulario político una porción de expresiones que no corresponden a la realidad de la Constitución republicana, sino que vienen arrastradas de tiempos anteriores o de doctrinas más o menos erróneas en las que se enseñan a las gentes cosas que no corresponden a la realidad jurídica y política viva del país; por ejemplo, yo oigo mucho hablar del Poder moderador de la República; éste es una fantasía, esto viene del vocabulario del derecho político de antaño. (..)  Uno de los tópicos circulantes acerca de los Tribunales de Justicia se resume en estas palabras, que evocan otras: “independencia del Poder Judicia”; esto es una de aquellas cosas que circulan como la de “menos política y más administración” o “el porvenir de España está en África”. ¿Independencia del Poder Judicial? ¡Según! ¿Independencia de qué? [el señor Gil Robles: Del Gobierno] Exactamente. ¿Independencia de qué? [el señor Gil Robles: De las intromisiones del Gobierno.-Rumores]. Pues yo no creo en la independencia del Poder Judicial [el señor Gil Robles: Pero lo dice la Constitución]. Dirá lo que quiera la Constitución, lo que yo digo [el señor Gil Robles: Artículo 94 de la Constitución] Cálmese el señor Gil Robles. Lo que yo digo es que ni el Poder Judicial, ni el Poder legislativo, ni el Poder ejecutivo pueden ser independientes del espíritu público nacional” págs. 172-173).
La frase del señor Azaña: “Dirá lo que quiera la Constitución, lo que yo digo”, quedó como un índice de la arbitrariedad del momento. (pág.173).
Creo que sobran comentarios sobre el pensamiento y las actitudes de este magnífico demócrata.

viernes, 3 de febrero de 2012

APOLOGÍA DEL PODER MILITAR

1.- Manuel Chaves Nogales construye su reportaje sobre La defensa de Madrid como una novela o un cuento tradicionales, con su héroe (Miaja) y su villano (Largo Caballero), sus ayudantes (las Brigadas Internacionales) y sus oponentes (los pistoleros de la FAI)... No es, por tanto un libro de historia, sino un reportaje novelado. Resulta verosímil, lo es, sin duda, pero no es toda la verdad histórica. Es una visión de las cosas. La visión del escritor, magnífico escritor, que era Chaves Nogales.

2.- Resulta, en apariencia, algo sorprendente que el núcleo del relato se articule, y de manera insistente a lo largo de todo el relato, en torno a una apología del poder militar. Es esta la cualidad que más resalta de la personalidad de Miaja: el ser un soldado, un buen soldado, y nada más que un soldado. Muy revelador es el encontronazo de Miaja con Cipriano Mera, que vuelve del frente para denunciar supuestas traiciones por parte de los militares:
-¡Vamos a la lucha vendidos! -insiste el anarquista. Y con frases entrecortadas, que le salen a borbotones empujadas por la ira, expone una vez más la eterna sospecha anarquista de que los jefes y oficiales del ejército profesional llevan a los milicianos al matadero, porque están en inteligencia con el enemigo. La catátrofe de hoy no se explica sino por una traición. [...]
Miaja explica circunstanciadamente al guerriolero anarquista por qué ha vencido hoy el enemigo; le demuestra sobre los planos la eficacia fatal de su maniobra y la inferioridad maniobrera de los milicianos. Aquel hombre que había entrado en el despacho de Miaja como portavoz de un movimiento sedicioso vacila, da vuelta entre las manos a su gorra y farfulla unas objeciones.
-Tu deber -le dice Miaja- es no dejarte arrastrar por ese movimiento instintivo de desconfianza en el mando cuando se producen reveses como el de hoy. Los hombres como tú son los que deben dar ejemplo de disciplina y subordinación a las masas. Luchamos en malas condiciones. Los que desde aquí dirigimos la guerra tenemos tanto interés en ganarla como los que se baten en las tricheras. Ve y convence de esto a tus hombres. Tu deber es imponerles a ellos la disciplina y obedecer ciegamente las órdenes que se te den. Sólo así podremos ganar la guerra.
Y ciertamente ese fue el principal error estratégico de la II República: no haber declarado el estado de guerra desde el mismo 18 de julio. Cuando por fin lo declaró, ya era demasiado tarde, y sólo sirvió para dar excusa a Casado para hacerse con el poder.

3.- No se hace suficiente hincapié en la ayuda decisiva que supusieron las Brigadas Internacionales. Muy probablemente, sin su presencia Madrid no habría resistido. Con Miaja o sin Miaja. De los "asesores" soviéticos apenas se dice tampoco nada, cuando fueron tan relevantes.


4.- Lo que nos es imposible compartir con Chaves es su conclusión final: "El origen de la guerra no es español, no puede ser imputable a los españoles. No hay más culpa española que la de los dirigentes inafames que brindaron la tierra de España a la barbarie y abrieron las puertas de su país a la doble y antagónica invasión extranjera." Seráfica conclusión que exoneraría a los españoles de toda culpa, siendo así que tuvieron la mayor parte en ella. En lo único que parece acertar Chaves es en su profecía: "España no será comunista ni fascista." Y, efectivamente, no lo fue, ninguna de las dos cosas. Aunque tampoco republicana, como sin duda le hubiera gustado a Manuel Chaves Nogales.