LA FRASE
Sir Arthur Conan Doyle
viernes, 31 de julio de 2009
Humor y haiku
Pintada en tu abanico,
cuánto sofoco.
*
Polvos de arroz
sobre tu cara rosa.
Nieve en la hoguera.
*
Ya no se escriben
los haikus en Japón.
Sino aquí en Coria.
jueves, 30 de julio de 2009
Antropofagia
miércoles, 29 de julio de 2009
martes, 28 de julio de 2009
Los títulos que envidio
Por ejemplo de los títulos. ¿Nobiliarios? No, librescos.
Por ejemplo, La razón y otras dudas, de José Mateos. Pedazo de título.
Por ejemplo, Autorretrato de desconocido, de José Luis García Martín. Jo.
Amarillo me pongo.
domingo, 26 de julio de 2009
Vanguardia y autorrepresión: el extraño caso de Leopoldo Panero
La moda es el fenómeno mimético por excelencia. Se habla incluso de la dictadura de la moda. Y hay modas de todo tipo: la del vestido, la de las costumbres, la de las mentalidades, las poéticas... Porque también en poesía hay modas y tiranías.
La tiranía de la moda, su presión, puede llevarnos incluso a apartarnos de aquello que más íntimamente sentimos o deseamos, a engañarnos a nosotros mismos, a reprimir nuestros propios propósitos o castigar nuestras propias convicciones.
En la España de los años veinte y treinta, la moda, en poesía, era la de la deshumanización, la de la pureza geométrica, la de la química destilada de las metáforas. Por supuesto, Antonio Machado estaba démodé. Los jóvenes no lo tenían por maestro, sino como una especie de abuelito venerable. Un valor amortizado.
Uno de estos jóvenes era Leopoldo Panero. Su caso nos lo cuenta Araceli Iravedra en uno de los libros más esclarecedores sobre la post-vida poética de Antonio Machado: El poeta rescatado (Biblioteca Nueva, Madrid, 2001):
... el joven Panero, sometido a los tiránicos vaivenes de las influencias, de los sucesivos manifiestos teóricos, de las mil y una posturas personales y credos poéticos, se vio abocado a la contradictoria práctica de escrituras simultáneas y, en último término, a relegar al anonimato los frutos de sus más auténticas inclinaciones creativas. Así fue como, mientras por los primeros años treinta Panero iba publicando en las revistas de avanzada poética composiciones de carácter "verbalista", de acuerdo con el último grito de las más actuales estéticas puras, escribía de forma un tanto clandestina una poesía de retorno a lo humano, de vuelta al sentimiento, de regreso a los temas líricos tradicionales y eternos: el amor, la muerte, la tierra y el paisaje de España.
(Las cursivas corresponden a "Unas palabras sobre mi poesía", del propio L. P.)
De hecho, los Versos al Guadarrama no se publicaron hasta 1945, y aun así fragmentariamente, en una revista.
Y en la conferencia "Unas palabras sobre mi poesía" se refirió el propio Panero a un artículo suyo sobre don Antonio que había publicado en El Sol el año 31, y del que dice que en él se vio obligado a alejarlo en el tiempo y en el espacio, como si ya estuviese muerto, como si se tratara de un clásico, al que, como tal, no era pecado de leso vanguardismo enaltecer y admirar. El artículo se titulaba significativamente "Antonio Machado en la lejanía".
Sí, la tiranía de la moda puede conducir hasta la autocensura. Y, por supuesto, al disimulo.
Pero, por último, fijémonos en otra cosa sobre la que próximamente hemos de volver: la recuperación o rescate de Antonio Machado por parte de del grupo de la revista Escorial -Dionisio Ridruejo a la cabeza- no fue sólo de intención política (aunque también) sino, y fundamentalmente, estética.
Como lo resumió Aquilino Duque en un número de la revista Ínsula de 1965:
A los escritores aparecidos en torno a 1936 cabe la honra de haber vuelto los ojos a Unamuno y a Machado, padres de la poesía española contemporánea. Consiguientemente, la poesía se elevó a Dios y se abrió al prójimo y se devolvió su valor al hombre concreto, a la palabra temporal, a la realidad vivida frente a la realidad inventada. Se procedió entonces a la rehumanización del arte.
Claro que "vueltas a Machado" ha habido varias desde entonces. Y no todas de legítimo valor. Pero, ya digo, volveremos.
jueves, 23 de julio de 2009
Entradas de verano
* Sorpresa y misterio de Valtanás
* Carta abierta a Abel Feu sobre poesía andaluza
* Los poetas tardíos
* Secuestro y liberación de don Antonio Machado
* Algunos enigmas en torno a los Machado
* Juan Ramón Jiménez, poeta de la Institución
* La enemiga del socialismo al automóvil
* Por qué Franco no pudo ser De Gaulle ni Suárez tampoco o misterios de la transición española
* Para una historia de los convertidos españoles y continuación de la de los heterodoxos
* Repúblicas monárquicas y monarquías republicanas
* Vanguardia y autorrepresión: el extraño caso de Leopoldo Panero
P. S.: Continuará. Ah, y las entradas no se publicarán necesariamente por este orden.
miércoles, 22 de julio de 2009
Al cumplir cincuenta años
en sólo cuatro versos y una estrofa:
parece que estoy vivo, aún no me muero,
y oteo la mar aún desde mi cofa.
[Recuérdese que el poeta es un fingidor y que el poema, lejos de ser confesión estrictamente autobiográfica, es siempre algo puesto en boca de alguien. O sea, que nadie me felicite hoy, que nada de particular celebro]
martes, 21 de julio de 2009
lunes, 20 de julio de 2009
Escritores locales: Fernando Pérez Marqués
Me emocionan los escritores locales, no lo puedo remediar. Escritores locales los hay buenos y los hay malos. Como también hay grandes autores malos, Joyce pongamos, o Camilo José Cela, ese actor de segunda que escribía novelas de tercera.
Ahora, ¿qué es un escritor local? ¿El que sólo aprecian en su pueblo? ¿El que no logra traspasar esos límites? ¿El que sólo hay que leer, como las guías de viaje, cuando uno se dispone a visitar, o a recordar, en la realidad o en la imaginación, un lugar extraño para nosotros?
El escritor local es monotemático, habla del terruño y sólo del terruño. Pero ese terruño puede ser modesta villa o capital y corte. Puede ser Moguer, Urueña o Arcos de la Frontera, o Roma o París o Venecia...
La Editora Regional de Extremadura publica De Extremadura. Cuatro esquinas de atención, de Fernando Pérez Marqués (1919-1993). Son cuatro ensayos que hablan de Extremadura en Azorín, que trazan un semblanza de Godoy, que sitúan a Pedro Crespo, el alcalde de Zalamea, en su contexto extremeño, que nos ofrecen, en su último capítulo los "Trasuntos literarios de Mérida".
Pérez Marqués era un imitador del fraseo azoriniano, y a veces da la impresión de que estuviésemos leyendo al mismísimo maestro de Monóvar. Pero imitar lo bueno no puede ser nunca malo. Y cuánto amor por la tierra, por la patria chica, por eso, sí, que ya hemos mencionado, por el terruño, por su paisaje, su historia, su paisanaje.
Pérez Marqués es un escritor escondido, recoleto, como una callejuela de Plasencia o un convento de Mérida. Pérez Marqués nos recuerda esa verdad olvidada, que España son sus pueblos, que los pueblos son la realidad visible de la patria.
Escritores locales... escritores que merece la pena localizar.
domingo, 19 de julio de 2009
Con el latín saldría más barato
jueves, 16 de julio de 2009
Conclusión
porque el hombre no lo tiene;
sin saber adónde va,
ignora de dónde viene.
martes, 14 de julio de 2009
La poesía de Víctor Jiménez
El libro plantea un problema, digamos, teórico: no aparece ordenado según cronología, no se cita la procedencia de los poemas. Si no fuera por la contraportada, ni siquiera sabríamos que Víctor Jiménez ha publicado anteriormente seis libros de versos. El lector puede considerar éste un libro nuevo, o un libro de libros, o una ordenación nueva de la poesía de Víctor Jiménez.
No es mala idea. En la novela, la unidad es la novela, como en la comedia, la comedia. Pero en la poesía, la unidad es el poema. El autor, o el antólogo, tiene derecho a escoger los que prefiera, y a ordenarlos según nuevo criterio, no necesariamente en orden cronológico. Pero, quizás, no hubiera estado de más citar la procedencia, a pie de página o en nota aparte.
Sea como fuere, ya digo, lo que vale es el poema, cada poema, como este que hace honor al título del libro, y que no puede ser más oportuno ahora que hemos llegado a este "Fin de curso":
Se apagaron las aulas, los pasillos,
el griterío en la cafetería,
la lumbre oculta de los cigarrillos...
Se olvidaron los temas de memoria,
la Física, el Inglés, la Geografía...
Historia es ya también la misma Historia.
Y el mes de junio. Y las evaluaciones.
Tan sólo el tiempo sigue cada día
dictando, una por una, sus lecciones.
Leída de otra forma, en otra disposición, en otro orden, la poesía de Víctor Jiménez nos sigue emocionando con sus sabias lecciones sobre esa otra asignatura que jamás se estudia en clase.
domingo, 12 de julio de 2009
¿Estado residual?
Sienten muchos, y no pocos lo afirman en voz alta, que el español se ha convertido en un Estado residual, al que le es ya poco menos que imposible cumplir con sus funciones.
No creo yo que la expresión sea acertada, porque no describe bien el fenómeno real. En el Estado autonomizado (o lobotomizado), el Estado no ha disminuído sino todo lo contrario. A las ya amplísimas funciones que progresivamente se ha ido arrogando en los últimos dos siglos, ha añadido otras y otras y otras... Ya no se nos mete sólo en los bolsillos, sino en la mesa, diciéndonos lo que tenemos que comer o que beber, en el coche, y hasta en la cama, diciéndonos con quien podemos o no podemos compartirla (con alguien de tu propio sexo, sí; pero de otra especie, de momento, no). Y por si no fuera bastante, el Estado pretende metersenos en nuestra conciencia, como un chip alojado en el cerebro descargando periódicamente impulsos magnéticos de educación para la ciudadanía.
Todo esto es, por supuesto, discutible. Lo que no admite discusión son los hechos y las cifras: aumento imparable del número de funcionarios, duplicación de servicios inservibles, crecimiento desaforado de la deuda, presupuestos cada vez más elefantiásicos.
No, no vivimos en un Estado residual, sino en un Estado de excrecencia creciente, un Estado neoplásico a punto de metástasis.
Lo que pasa es que la hidra de las siete cabezas ha mutado en la hidra de las diecisiete, si es que no dieciocho, contando el gobierno "central" (ante nacional). A ese repugnante espectáculo de bocas hambrientas asistimos estos días de reparto nada igualitario.
No vivimos en un Estado residual, ojalá, vivimos en un Estado atomizado, multiplicado en diecisite átomos que esperemos no estallen algún día. Aunque lo que yo espero, la verdad, es que los que estallen sean los españoles. Que algún día se les acabe la paciencia, o se les caiga la venda de los ojos...
Es mucho esperar, sí.
sábado, 11 de julio de 2009
La aljofifa
Una de esas palabras mágicas es la palabra aljofifa. Escribe uno aljofifa (pronúnciese algofifa), y la memoria se le vuelve a uno muchos años atrás y ve, en la borrosa y a la vez nítida pantalla del recuerdo, un patio rodeado de macetas de aspidistras y geráneos, un zaguán, una sala y una alcoba, un cuarto de camilla... y aproximando el zoom (pronúnciese zum) de la memoria ve uno ladrillos de taco, baldosas de barro, suelos de holambrilla... Y sobre ellos ve unas mujeres arrodilladas, con un cubo de zinc a la diestra y un taco de jabón verde, y un estropajo a la siniestra. Estas mujeres reposan sus rodillas sobre un cajoncillo de madera, cuya dureza amortigua un trozo de bayeta o un cojín, y refriegan con brío, una y otra vez, con un paño de lana basto de color grisáceo, el suelo ante el que permanecen genuflexas. Este paño de lana basto de color grisáceo es la aljofifa. La humilde, la húmeda, la retorcida y sobada aljofifa.
La aljofifa nos sigue abriendo puertas en el sobrado (pronúnciese soberao), al que hemos mandado los tratos inútiles del pasado, los viejos enseres del recuerdo. Y allí están los braseros de cisco picón, las alambreras que nos protegían de sus brasas, las badilas de echar la firma y de echar también, de vez en cuando, si la ocasión lo requería, miradas clandestinas. Allí también la tina de los baños semanales, las orzas de barro para guardar las aceitunas aliñadas, las cántaras de aceite, las palmatorias para cuando se iba la luz eléctrica, la enorme radio con las lámparas y la cretona cubiertas de polvo, la carrucha del pozo, el aguamanil del dormitorio y los anafres de la cocina... Todas estas piezas del ajuar doméstico y otras que ahora no vemos porque deben de estar ocultas en alguna otra estancia del recuerdo constituyen, constituían, el paisaje hogareño de la aljofifa.
La aljofifa era cosa de mujeres. Parecía que para restregarla por el suelo y luego mojarla en el cubo y retorcerla con las manos había que tener un tacto femenino, no exactamente delicado, pero sí femenino. Ver a las mujeres arrodilladas, dando esos meneos para exprimir el agua de la aljofifa, era todo un espectáculo que nada tenía que envidiar en éxtasis y ensueño a muchos sex-shows (pronúnciese sehchou) que, luego hemos padecido. El compás de la aljofifa marcaba el rítmico movimiento de los senos entrevistos, de las caderas dibujadas sobre el delantal, de las nalgas prietas de la mujer de pueblo, de las pantorillas firmes que se descubrían al alargarse la mujer para alcanzar más lejos con su aljofifa. Cuántos hijos de buena familia no habrán perdido la cabeza y algo más con la contemplación de una buena moza manejando hábilmente su aljofifa. Cuántos no se habrán torturado con la expectativa de las penas eternas del infierno:
—Padre, me acuso de que esta tarde, al ver a la criada fregando el suelo, he tenido malos pensamientos.
—¿Sólo pensamientos?
—Sí, padre, por desgracia sólo pensamientos (lo de 'por desgracia' se entiende que es pensado, no dicho).
Para los varones puede que aquello fuera una visión deleitosa, pero para las mujeres era una trabajera enorme. Ya venían encorvadas de la colada, de refregar en la pila del corral, de hervir la ropa blanca en el fogón, y ahora tenían que arrodillarse y hundir sus manos en el agua fría.
Pero un día estas mujeres gracias a un inventor español se pusieron de pie, y ya no han vuelto a arrodillarse más. Era, años sesenta, la fregona. Al inventor de la fregona habría que levantarle un monumento. Pero, lo que son las cosas, ni siquiera sabemos su nombre. Uno tiene leído, sin que ahora sepa exactamente dónde, que era español, militar del Arma de Aviación, pero ignora por qué caminos llegó a ocurrírsele la idea. Por lo que siente uno verdadera satisfacción es porque esta contribución a la alta tecnología doméstica luzca legítimamente autoría española.
En cambio, como aficionado a las cosas del lenguaje, aficionado nada más, lo que uno siente es que la fregona haya encerrado en el baúl de los arcaísmos inútiles este vocablo de hondas resonancias andaluzas: aljofifa (si se es andaluz, pronúnciese algofifa). Cosas del progreso. Tal vez haber llamado a la fregona aljofifa a distancia o aljofifa telescópica hubiera sido pasarse. Así está bien.
La aljofifa era cosa de mujeres. En cambio, la fregona es completamente unisex. A mí me gusta la aljofifa, esa palabra tan evocadora, sobre todo cuando escribo artículos nostálgicos. Pero, lo confieso, cuando me toca fregar el piso de mi apartamento, prefiero la fregona.
(El Correo de Andalucía, 11 de octubre de 1994)
miércoles, 8 de julio de 2009
Non placet encyclica
Demasiados apoyos al intervencionismo de los gobiernos y al papel de los Estados... Demasiada ignorancia de lo que es la lógica de los flujos de capital, y de inversiones internacionales... Candorosamente ingenua esa llamada a la redistribución de los recursos energéticos (¿que organizaría quién?).... Demasiada concesión al ecologismo de baratillo...
Cierto que recuerda verdades como puños, sí... como que la superpoblación no es la causa del atraso.
Pero...
Yo hubiera deseado que el Papa hubiese dicho alto y claro que los hombres no somos iguales y que nunca jamás lo seremos. Y que fijarse ese ideal es adentrarse en una quimera que sólo puede acabar en el totalitarismo.
Que, sin embargo, es posible acrecentar el bienestar de los hoy pobres, pero a condición de respetar la libertad, política y económica, y abandonar los modelos intervencionistas, que son los que hoy atenazan y frenan a los países del tercer mundo, y los tienen sumidos en la miseria.
No ligar tanto la caridad a lo físico y económico, puesto que la caridad no es sólo dar de comer al hambriento ni de beber al sediento, sino consolar al triste, acompañar al solitario, visitar al enfermo, hablarle a aquel a quien nadie habla...
En fin, irreprochable probablemente. Pero a mí me ha decepcionado un poco. No es lo que esperaba de un teólogo tan inteligente como Joseph Ratzinger.
En fin, que en estas cuestiones, la Iglesia sigue como en tiempos de León XIII. O peor aún, como en tiempos de Pablo VI y la Populorum progressio, que tanta confusión trajo dentro y fuera de la Iglesia.
Pero a lo mejor estoy equivocado.
lunes, 6 de julio de 2009
La mayor fuerza del mundo
¿Se pensarán que los ordenadores no son máquinas?
Y es que la fuerza más potente de este mundo es... la de la inercia.
PD: Cuando mando algún trabajo en clase advierto siempre que me lo tienen que entregar a máquina, sabidor de que siempre habrá algún perrito pavloviano que me pregunte "¿se puede hacer también a ordenador?". Yo lo fulmino con la mirada y me río para mis adentros: son jóvenes pero previsibles.
jueves, 2 de julio de 2009
Duda
[Me asalta esta duda al leer un artículo en el último número, el 21, de la revista Númenor, "Mi experiencia de la poesía de la experiencia", de José Julio Cabanillas, poco después de escuchar en persona al propio José Julio: leía el artículo y me parecía estar escuchando a su autor]