"Las bibliotecas no son un gasto, son una inversión y es necesario mantenerlas", dice la zamorana Lola Fidalgo en un diario de su pueblo. La frase se escucha con frecuencia, y lo mismo aplicado a esto que a aquello. No es un gasto, es una inversión... se suele decir de la educación, la sanidad, la investigación, la cultura... (Por cierto, no se entiende que no se diga lo mismo de la Policía, el Ejército o la administración de Justicia).
Pasemos, sin embargo, el pequeño detalle de que una inversión es también un gasto ("gastos de inversión"), e interpretemos que lo que se quiere decir es que no se trata de un gasto suntuario, más o menos superfluo o prescindible, sino de un gasto necesario.
Pasemos también por esto y concedamos que las bibliotecas producen un beneficio social indudable y no entremos a discutir si ese beneficio redunda en toda la sociedad o tan sólo en sus usuarios reales y concretos...
Lo que no podemos asentir es a que las bibliotecas tengan que ser necesariamente gratis total para sus usuarios, como cree doña Lola Fidalgo (ni las bibliotecas ni, ya que estamos, los museos, ni los colegios, ni los hospitales...). Sólo lo que se paga, en todo o en parte, es verdaderamente apreciado.
Antes, los socios de una biblioteca teníamos que pagar una pequeña cuota, que no creo cubriese los costes totales de personal, mantenimiento, compra de libros... pero en algo contribuíamos.
Ahora, el Estado nos ofrece la barra libre del gratis total... o, bueno, eso nos asegura... (Otra cosa es que los servicios sean cada vez de peor calidad).
Claro que para que empecemos a pagar los servicios que se dicen imprescindibles habría que descontar la parte proporcional que pagamos de impuestos. Lo que no es de recibo es que paguemos dos veces, una vía impuestos y otra, por el uso del servicio.
Esto aclarado, a ver si vamos privatizando, Mariano, que es gerundio. Pero no caerá esa breva.