LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

martes, 31 de marzo de 2009

Meléndez Valdés, ¿poeta iluminista?

Dicen los especialistas que Meléndez Valdés es el modelo y paradigma del poeta ilustrado en España. No seré yo quien diga lo contrario. Pero me llama la atención que en ciertos pasajes desmienta esta imagen o esta etiqueta que le aplican los estudiosos.

Así, por ejemplo, en La despedida del anciano, "dura crítica de la situación del país, de sus clases dirigentes y de sus leyes", según Antonio Astorgano Abajo (Don Juan Meléndez Valdés. El ilustrado, Badajoz, Diputación, 2007, p. 681), quien añade que el poema confirma "la creencia melendeciana de que eran necesarias las reformas de la Ilustración".

Sin embargo, aparte de que el poema es más una elegía nostálgica del pasado (¿Do están los brazos velludos,/ de cuyo esfuerzo temblaran/ un tiempo la Holanda indócil/ y la discorde Alemania?) que una oda al futuro, sorprende, en este supuesto iluminista, su llamamiento a una mayor dureza de la Iglesia, reivindicando casi casi la vuelta de la Inquisición de los mejores tiempos:

¡Ministros de Dios!, ¿qué es esto?,
¿cómo no clamáis? ¿La espada
del anatema terrible,
por qué ha de estar en la vaina?

La verdad es que Meléndez sigue siendo un misterio. No le faltaron desde luego contradicciones inexplicadas. Lo mismo llamó a la rebelión de los españoles contra el invasor que les aconsejó la paz. Se deshizo en elogios de José I y colmó de ditirambos a Fernando VII, "disuelto y abolido el gobierno de las Cortes".

¿Misterio el de Meléndez? Quizás no mayor que el de, un poner, Benavente, que levantaba el puño cerrado junto a Miaja en Valencia y, dos años más tarde, en la misma ciudad, saludaba a la romana junto a Aranda.

lunes, 30 de marzo de 2009

Vergüenza ajena

La que siente uno escuchando el pregón semanasantero de este año. No sólo por la ristra de tópicos desfondados, versitos cursis, con métrica más de ojo que de oído, localismo rancio de sevillanía de alcanfor, el autobombo costaleril, o la descortesía del tostón de las dos horas y veinte minutos interminables, divagatorio y sinuoso, sino, además, impropio por la crítica urbanística (las setas de la Encarnación) que allí no pegaba ni con cola, y, sobre todo, por la advertencia al nuevo obispo coadjutor -ojito, que aquí las cofradías mandan mucho- que fue ya el colmo del despropósito y de la mala educación y del abuso de poder sin el menor sentido del ridículo.

¿Que fue valiente porque se refirió al aborto y al matrimonio homosexual? Amos, anda. Esa valentía hay que demostrarla en otros sitios, y a la hora de la verdad, ya sabemos que al consejo de cofradías le importan más las catenarias que los nonatos. Y más las subvenciones municipales que los lazos blancos.

Dicen que el señor pregonero es muy torero. Lo que es ayer no tuvo su mejor faena.

jueves, 26 de marzo de 2009

Chesterton en España

¿Qué recepción tuvo la obra de Chesterton en España? No digo tiene, ahora, sino tuvo, es decir, en vida. ¿Se le tradujo entonces? No recuerdo que ninguno de los de entonces (Unamuno, Ortega, Machado, Bergamín...) se refiera a él ni siquiera de pasada.

Chesterton estuvo en España, y sobre España escribió algunos artículos (véase El color de España, recientemente editado por Espuela de Plata), pero, ¿qué atención le prestó la prensa de entonces? ¿Tuvo contactos con la sociedad literaria o fue un viaje estrictamente particular? Desde luego me consta que fue breve y que no pronunció ninguna conferencia.

Y ahora me acuerdo de aquel magnifíco Nietzsche en España, del profesor Gonzalo Sobejano, que quedó como isla solitaria. Con ese mismo título se podrían escribir muchos otros libros, mutatis mutandi. Por ejemplo, este año, ya podrían ofrecernos -alguna de nuestras tropecientas mil editoriales- un Darwin en España. No creo que caiga la breva. O sí.

martes, 17 de marzo de 2009

Paratextos y fotografías


Los pedantes de ahora llaman paratexto al conjunto de textos que anteceden, o siguen, o rodean al texto propiamente dicho. Prólogos, advertencias, epílogos, colofones, etc... forman esta cosa tan antigua que se denomina con palabra tan moderna.

Yo recomiendo al lector sagaz que nunca deje de leer los paratextos.

En este del libro de Joseph Pearce, G. K. Chesterton. Sabiduría e inocencia (Ediciones Encuentro), titulado anglosajonamente como "Agradecimientos", se puede leer esta frase prometedora:

"También merece mi agradecimiento [el Chesterton Study Centre de Bedford] por proporcionarme las fotografías inéditas que aparecen en este libro en un número inigualado hasta ahora."

Ni que decir tiene que me abalancé de inmediato para ver esas fotografías y quizás dibujos del propio Chesterton. Pero, al menos en la versión española, no hay ninguna fotografía. Nin-gu-na.

Se ve que en esta ocasión traductor y editor han ido cada uno por su lado. Y al menos esta vez el traidor no ha sido precisamente el traductor.

Nunca dejéis de leer los paratextos.

sábado, 14 de marzo de 2009

¿Miguel D'Ors o Jeremiah Johnson?

“Los problemas de Poética me interesan muchísimo menos que los de Artesanía”, nos dice Miguel D’Ors en la Nota del Autor que cierra Hacia otra luz más pura. Pero, a renglón seguido, y es una de las aparentes contradicciones o dígase paradojas de este libro, D’Ors nos ofrece su personal entendimiento de la poesía, su escueta aportación a la Poética: “sólo diré que la poesía es cosa de lenguaje, que en ella vale todo (cuando vale) y que es algo que brota de la vida y tiene también la vida como destino.” Porque, en efecto, pocos poetas habrán reflexionado tan aguda, y tan poéticamente, acerca de la poesía como Miguel D’Ors. Que el arte es también, e indispensablemente, artesanía no es una de sus más desdeñables conclusiones.

Se suele decir que la poesía es el género más personal e intransferible; el coto de caza particular de los instantes íntimos; la reserva natural de los sentimientos. Nada más falso, y nada más verdadero, al mismo tiempo. En “Apunte demográfico”, uno de los muchos poemas memorables de este libro, D’Ors comienza declarando que ha pasado “toda la tarde solo, leyendo en mi estudio”. A renglón seguido comienza a pasear la mirada por su cuarto, fijándose en los objetos que le rodean, y en los recuerdos, anécdotas, diversos nombres propios que están asociados a esos objetos: “Colgados en la pared,/ un plano de Santiago, o sea de mi infancia,/ la pirámide ciclópea del Cervino.../ También un dibujo a plumilla que Eugenio D’Ors, mi abuelo,/ dedicó a su mujer —llamándole “La Nena”— en 1907.” Al final, después de una prolija enumeración, el poeta concluye sonriéndose “por haber empezado este poema/ hablando de estar solo.” Como se ve, no estamos ante un sentimiento, sino ante una idea: creemos estar solos porque no pensamos en los demás, en aquellos de los que venimos, en aquellos que nos quieren y a quienes queremos, que nos enseñan, o que simplemente nos acompañan... Pero esta idea (aún más abstractamente la formuló ya Aristóteles: el hombre es un animal social), el poeta —que en rigor no descubre nada nuevo—, la encarna con detalles tan personales que llega a resultar un misterio saber por qué quienes no sean nietos de Eugenio D’Ors (es decir, el 99,99999... de la población mundial) vayan a interesarse por este poema de su nieto Miguel. Y esto tal vez sea la poesía: la máxima abstracción de ideas y sentimientos universales, que todos podemos compartir, expresada con palabras particulares, irreemplazables, intransferibles. La poesía es algo así como conseguir que el Espíritu Absoluto se estremezca al ser introducido con encaje artesano en el duende de una hora fugaz, efímera y pasajera.


Muchas horas, cada una con su duende particular, hay encerradas en este libro. La hora de ese amor que es el más difícil de cantar, y quizá de vivir, el amor conyugal. La de la meditación templada y serena y también la de la sátira y la de la parodia (tú me llamas, amor, yo voy a pie). La de la melancolía por ser lo que somos y la de la nostalgia por no ser lo que no somos. La del poema teológico y metafísico y la del poema ligero que asaetea con bromas políticamente incorrectas (¿hay alguna broma que no sea políticamente incorrecta?).

Miguel D’Ors no necesita inventarse heterónimos. Le basta con saber que toda vida es una doble vida, como en el poema “Mis aventuras de Jeremiah Johnson”, donde un padre de familia y funcionario es a la vez un héroe legendario del Oeste.

A todos nos gusta, alguna vez, escribir la palabra Vida con mayúsculas. En Hacia otra luz más pura, como un buen tipógrafo artesano, Miguel D’Ors juega con esas cuatro letras, resaltándolas en la caja de cada poema sin necesidad de usar grandilocuentes mayúsculas. Vemos la Vida en nuestra vida minúscula, y al revés. Al margen de generaciones y poéticas, de antologías y de promociones, que ya veremos en qué queda todo, la poesía de D’Ors, intemporal y de un rabioso ahora mismo, quedará como uno de esos momentos en que un hombre, con la red de la poesía, alcanzó a cazar la esquiva mariposa que Hegel llamó el Espíritu Absoluto y que los demás podrán nombrar como prefieran (el P. Feijóo prefirió llamarlo “el no sé qué”). Y lo demás, por lo demás, que lo estudien los bachilleres del siglo XXI. Mucho más estructural y semióticamente, desde luego.

jueves, 12 de marzo de 2009

No lo dicen, pero lo piensan

Hijo: efecto colateral del polvo.

(VV. AA., Diccionario secreto del aborto, Madrid, Ministerio de Igual-dá, 2009)

lunes, 9 de marzo de 2009

La capital desértica de España

Juan Ramón Jiménez decía que Sevilla era la capital poética de España.

Pero una tal Montaño se ha empeñado en que no. Y va a ser que no.

Será que la poesía no da votos, o algo.

Será que Sevilla lo que verdaderamente está condenada a ser es la capital desértica de España.

domingo, 8 de marzo de 2009

Evidencia y conjetura

Evidencia.- En un régimen parlamentario, como, mal que bien, es el nuestro, las elecciones no se ganan en la urnas, sino en el parlamento. Incluso cuando un partido obtiene la mayoría absoluta en las urnas, es en el parlamento, y sólo en el parlamento, donde tendrá que hacerla valer, o sea, legitimarla formalmente. Guste o no, la mayoría es siempre mayoría parlamentaria.

Conjetura. Como no pocas veces estas mayorías pueden "falsear" o "distorsionar" los resultados, el periodista Ignacio Camacho vienen proponiendo que se adopte en nuestro país el sistema de doble vuelta, como lo hay, por ejemplo, en Francia. Pero olvida Camacho un pequeño detalle: a diferencia de la jacobina y centralista Francia, aquí tenemos diecisiete parlamentos regionales. La segunda vuelta implicaría duplicar las elecciones. Treinta y cuatro procesos electorales, en lugar de los ya generosos diecisiete. O sea, una pasta. Y una lata.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Ideomaquias

Las ideas se tocan.

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La ideolojía es una lluvia de hojas de perejil juanramoniano.

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Platón era de ideas.

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Las ideas son los átomos del espíritu.

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Las grandes ideas se transmiten por el aire, como el polen o como los virus.

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La ideología es eso que nunca nos hemos parado a pensar.

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Dos que duermen en un mismo colchón se vuelven de la misma opinión: ¿no será al revés, que por compartir la misma opinión han decidido compartir el lecho?

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Una idea vale lo que vale el hombre que la sustenta.

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Unamuno era un púgil que entrenaba con un saco de ideas.

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Ninguna idea merece el sacrificio de una vida humana. Desde luego… pero, ¿qué valor tendría nuestra vida sin ideas por las cuales, llegado el caso, valga la pena morir?

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No ser hombre de una sola idea: de demasiadas, tampoco.

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El amor es la única idea que va unida a un cuerpo.

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Para cortejarlas, Ortega, a lomos de su Bugatti, llevaba a almorzar en el golf a sus ideas faldicortas, peinadas a lo garçon y perfumadas con Chanel.

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Las palabras son restos fósiles de ideas sepultadas por el tiempo.

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Los filósofos son coleccionistas de ideas.

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Con la madeja de tres o cuatro ideas, Azorín hacía la calceta interminable de sus libros y artículos.

(A su lado, en la mesa camilla, don Ángel Cruz Rueda, brazos en alto, le servía de devanadera).

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«¡No tengo ni idea!» ¡Pero eso es precisamente de lo que nadie carece!

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La señora de Hegel, cuando se enfadaba con su oíslo: ¡Anda, y vete con tu Idea!

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Las ideologías son tejidos de ideas con costuras de caprichos.

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Constituyen las ideas las raíces ocultas de los hechos.

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El inventor del pegamento Imedio debió de ser un hombre de ideas fijas.

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Cuando marchan a velocidad normal, las ideas se discurren; en cambio, al acelerarse, se ocurren.

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Gracias a la fuerza de la inercia, como sucede en física, las ideas avanzan más veloces… en una mente vacía.

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Ideología: manera fácil de no enterarse uno más que de aquello que le convenga.

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El idealismo es una inflamación en las ideas.