LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

miércoles, 7 de diciembre de 2005

Valera, moderno

«Valera es más moderno que Galdós», ha dicho alguien. Y siento no recordar ahora el nombre de ese alguien. Pero, sí, Valera es más moderno que Galdós, por lo mismo que Galdós intentó como fuera y al precio que fuera ser moderno en su tiempo, seguir rabiosamente todas las modas, estar à la page a toda costa. Galdós, por ejemplo, sucumbe al naturalismo; Valera, no. Por eso se pudo pensar que Valera se quedaba antiguo, defendiendo periclitadas teorías del arte por el arte, la visión optimista de la vida, pese a todo, y otras cosas por el estilo. Pero no hay tal.
La actualidad, la modernidad de Valera me sigue asombrando. Ante Nietzsche y Schopenhauer tampoco se rinde, como se rindieron poco después los jóvenes noventayochos. En el prólogo a sus Tentativas dramáticas (¡de 1878!) escribe por ejemplo:
«Estos señores (se refiere a Schopenhauer, Eduard von Hartmann, Renan, David Friedrich Strauss…) son unos Budas cómicos y sin caridad, que por único consuelo a nuestros males nos ofrecen la muerte, y por único freno de crímenes y pecados el progreso futuro, que ya entrevén, el cual ha de llegar a tanta perfección, que habilite a los sabios para destruir el Universo y acabar así con nuestras maldades y miserias. Dios quiera que tarden en conseguirlo, pues lo que es a mí no me parece todo tan pésimo»
Tengo que frotarme los ojos para comprobar que es verdad que estoy leyendo lo que estoy leyendo. Valera, ¡en 1878!, predice la bomba atómica. No, claro está, que él la imaginara tal y como luego fue, pero sí que la intuyó. Vio perfectamente que la conjunción de una ciencia convertida en puro positivismo y una metafísica decaída en pesimismo ateo no podían conducir a otro lugar que a la destrucción de la Humanidad por sus propias manos. Destrucción científica y planificada. Que se ha logrado evitar, por el momento. Pero que sigue ahí, como una pesadilla de ojivas pesando sobre nuestras cabezas.
En otra página olvidada (La terapéutica social y la novela profética, 1904), intuye, o mejor dicho, ve nítidamente don Juan lo que serán más tarde los regímenes totalitarios, a los que él llama panarquías:
«Por tener seguras la posesión y el goce de lo que el Gobierno les deja, consienten sin duda los gobernados en que la mitad, o por lo menos la tercera parte de lo que producen, se lo lleven los gobernantes. Pero si los gobernantes se lo llevasen todo para repartirlo luego, según cierto sistema socialista o comunista, por muy sabio que fuese, ¿qué imperio, qué autoridad despótica no tendría que poseer? ¿Cómo sometería a los que se rebelasen?»
¿Que cómo los sometería? Véase la Rusia de Stalin, la China de Mao, la Cuba del Comandante, la Corea del sátrapa comosellame…
Reflexiona Valera:
«Basta el sentido común para afirmar, contra todo sistema socialista o comunista, por alambicado que sea, que no es anarquista, sino panarquista quien le sigue. Para elevarse por cima de todos los hombres, imponer una absurda nivelación, recoger el fruto del trabajo de todos y repartirle luego, no es posible la anarquía: es indispensable la panarquía más espantosa, el más enorme y omnímodo despotismo…»
Sí, Valera se adelantó, y mucho, a su tiempo. Veía la bomba atómica y veía el Gulag. Todo esto, Galdós ni lo olía.

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