LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

domingo, 27 de mayo de 2007

Ser a medias

Hay que sobresalir. Como sea. En lo que sea. No importa si en el vicio o en la virtud. Destacar, acentuar, apurar el vaso hasta las heces. Extralimitarse, eso, extralimitarse es lo mejor, lo aconsejable, lo aconsejado por unanimidad.
En el arte y en la vida de la modernidad (o de la ROM) no hay cosa peor vista que la aurea mediocritas de los clásicos. No hay cosa que hoy tenga peor fama que la mesura, que el equilibrio. Se predica lo contrario: la pasión desbordante y exclusiva. Se desprecia la medianía, la grisura. El loco más admirado es el monotemático. Y el capaz de llevar su locura hasta el final.
Y, en parte, así debe ser. El arte necesita exagerar, hiperbolizar, para destacar y separar del caos de la realidad aquello sobre que nos quiere llamar la atención. Un personaje de novela nos pasaría desapercibido en la vida. El novelista lo encuentra, y su novela, es decir, su exageración, es como un pedestal en que lo erige destacado, visible para todos.
Las familias felices no tienen historia. Las personas normales -rara avis, claro, pero haberlas haylas- no destacamos por nada, somos grises, medianos... mediocres. Somos, pero somos a medias.
Quiero decir que somos a medias muchas cosas. De poetas, tontos y locos todos tenemos un poco. Sólo un poco. No llegamos a echarnos a los caminos a desfacer entuertos.
Yo hubiera querido coronar mi vida con una rotundidad desmesurada, con una nota vibrante y destacada. Ser algo. Pero me he dado cuenta de que sólo he llegado a ser muchos algos deshilachados, como retales de una pieza imposible. Hubiera querido ser o como Kant, que nunca salió de su pueblo, o como Martín López-Vega, que ha fatigado las calles de cinco continentes. Pero no, ha visitado uno unas pocas ciudades, pero ni siquiera conoce todos los rincones de su propio pueblo, ni todas sus leyendas, ni todos sus personajes. Ni cateto ni cosmopolita, vaya mediocridad.
Se me dirá que me autoflagelo, y que me humillo... para que me ensalcen. Como si quisiera provocar que alguien me dijera "Que vas a ser mediocre, con lo que tú vales..." Y no me humillo ni me lamento. Medito. Reflexiono. Y no llego a ninguna conclusión.
¿Es lo mismo mediocridad que medianía? ¿Es lo mismo medianía que equilibrio? No deben ser cosas idénticas. No lo son. Pero puede que alguna vez se confundan.
Vive uno acosado por Hacienda, apurado por la hipoteca, contando los dinerillos para tal o cual compra extraordinaria o no tan extraordinaria... pero no llega a ser un tramposo tan formidable como Balzac y tampoco tiene a los acreedores aguardándole a la puerta de la casa. Come uno todos los días, y hasta se viste y calza con mediana, eso, mediana dignidad. Claro que tampoco tiene uno las joyas ni los cuadros que tenía Balzac. Ni menos se cartea con ninguna duquesa, ni polaca ni española.
No sé ya adónde quería llegar. Empecé con un tono y he terminado con otro. Es lo que tiene ponerse a escribir sin ideas previas. Sólo con intuiciones y barruntos.
Así que hoy no toca conclusión. Por lo menos yo no la hallo.

5 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Un texto nada mediocre, te aviso.

Joaquín dijo...

"Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.

Esto tan solamente es cuanto debe
naturaleza al parco y al discreto,
y algún manjar común, honesto y leve."

(Epístola moral a Fabio)

Anónimo dijo...

"Hoy es siempre todavía", querido Baltanás...

canalsu dijo...

Tienes una opción, buscar un Bonie o una Clyde. ¿O era al revés?. En todo caso, ellos también iban a medias para terminar de una forma desmesurada. Aunque no era precisamente eso lo que esperaban, sencillamente porque ni lo pensaban.

S i te fijas, ellos tampoco vivían tan bien, acosados por la policía, de un sitio a otro, sin descanso porque en lo ratos libres echarían algún polvo, digo yo…total, una vida de perros, eso sí, muy célebre. Machado también tuvo, al parecer y por la insistencia de los investigadores, una vida muy célebre entre alamedas y páramos. Después de muerto, claro.

Lo hermoso que tiene el rocío es que no lo notas hasta que estás empapado. Tú eres una gota de rocío, Enrique.

Enrique Baltanás dijo...

Pues no sé qué decir, sino que agradezco a mis lectores que lo sean, y que no conformándose con eso, hasta puntualicen y añadan, con el tino y oportunidad que les caracteriza.