"Cuando mi corazón oprimido me pide tranquilidad, la lectura viene en mi auxilio. Todos los libros los tengo allí a mano: pocos me bastan, porque hace ya largo tiempo que estoy convencido de la completa inutilidad de muchas obras que gozan todavía de gran reputación."
José de Maistre, Las veladas de San Petersburgo, col. Austral, 1943
Y yo pienso en Gabriel Zaid y su Los demasiados libros, y pienso en la bulimia libresca, confesa y postulante de José Luis García Martín et alii, entre los que yo mismo debo incluirme, y no acabo de resolver el dilema.
Cuántos son "pocos libros". Supongo que eso dependerá de cada uno, de los que cada cual tenga por imprescindibles. Eso sí, perfectamente de acuerdo en lo de "la completa inutilidad de muchas obras que gozan todavía de gran reputación." En eso no hay duda, ahora, cuáles son los libros verdaderamente imprescindibles: es es la cuestión.
Aclaremos que no se trata de reducir o limitar nuestra curiosidad intelectual, podemos y quizá debamos leer muchos libros, y debe distinguirse entre libros necesarios y libros imprescindibles, pero todo tiene un plazo, y llega un momento en que debemos plantearnos un "hasta aquí hemos llegado", o bien imaginar qué libros nos llevaríamos a un isla desierta, etc., etc.
Yo, por mí no tengo duda. Sólo elegiría uno: la Biblia, que no es un libro, claro, sino toda una biblioteca. Y más digo: en la hora de mi agonía (¡amigos, hay que pensar siempre en la muerte!), me bastaría con uno sólo de esa biblioteca, y sería el libro de los salmos. Claro que, en ese caso, ya no lo podría leer por mí mismo, pero espero que alguien tenga la caridad de leerlos para mí.