Pero pecar pecamos a diario, y a los habituales pecados por desgracia tan comunes y corrientes, el crimen por interés pasticular o de Estado, los robos, los secuestros, los excesos de vanidad y los deficits de caridad, los crímenes pasionales, etc., etc., hemos dado en regresar al paganismo y a legalizar el aborto y la eutanasia y a promover los divorcios y la ausencia de natalidad, hemos dado en retorcer las leyes naturales con todo tipo de añagazas pseudocientíficas.
Pero no diré yo que Dios nuestro Señor nos esté castigando con esta nueva plaga bíblica, porque me temo que eso enfadaría al Pontífice felizmente reinante. No. Sólo me limitaré a insinuar la tímida sospecha de si no será que el Cielo nos esta avisando de que nos estamos situando fuera de juego con nuestro desprecio de las leyes naturales y divinas (que vienen a ser uno y lo mismo). O quizá, en una interpretación más benigna, es que nos está invitando a redescubrir el amor fraterno (eso que ahora llaman solidaridad), la caridad en definitiva, y de la que siempre estaremos faltos y, con ella, la ternura, el amor.
Sea ello como quisiere, yo no puedo dejar de ver avisos desde el cielo.