Con la muerte de Vicente Romero Muñoz pierde Alcalá de Guadaira uno de sus prohombres más insignes y una de sus mejores prosistas. Pero no sólo eso. Hombre de sincera y acendrada religiosidad, especialmente devoto de Jesús Nazareno y de la Virgen del Águila, dos hermandades a las que consagró sus mejores desvelos, supo también, llegado el momento, participar en política, desde posiciones inequívocamente centristas. Ejerció tanto la abogacía como la docencia en la Facultad de Derecho de Sevilla. En su labor como historiador no se limitó a la Edad Media, a sus estiudios sobre los gremios, sino que se alargó a casi nuestros días: quiero recordar ahora su pionera biografía del ya beato Agustín Alcalá o su impagable y nada sectaria memoria de los sucesos de julio de 1936 en Alcalá.
Pero sobre todo lo que destaca en la personalidad de Vicente Romero es su insobornable alcalareñismo. En ese localismo nada cateto, nada cerrado a lo hispánico y lo universal militó toda su vida. Él definió nuestra ciudad con estas sencillas y verdaderas palabras: “Todo en Alcalá mira hacia Sevilla”. En efecto, el pan, el agua… incluso visualmente desde el cerro del castillo se percibe la capital en lontananza. Ojalá seamos dignos de su legado y sepamos acrecentar su herencia. Y que en esta hora de dolor no falte una oración por su alma.