Hace ya rato que Rusia dejó de ser comunista y de que el Pacto de Varsovia se disolviera. Fin, pues, de la guerra fría. Sin embargo, la OTAN siguió existiendo y no sólo siguió existiendo sino que y fue cercando cada vez más a Rusia, a la que continuó considerando "el enemigo". En lugar de ayudar al desarrollo de una verdadera democracia en Rusia la siguió considerando su adversario. Y así llegamos a la actual guerra en Ucrania.
Ucrania ha sido siempre un país dividido. Actualmente la división se encuentra entre la minoria prorusa y la minoría partidaria de integrarse en la UE y en la OTAN. La entrada de tropas rusas en Ucrania se debe en gran medida al deseo de proteger a la minoría prorusa, mayoriataria en el Este del país. Y también al hecho de que Ucrania ha estado integrada tanto en la etapa de los zares como en la etapa de los comunistas en Rusia.
A mi juicio, el conflicto se asemeja mucho más a una guerra civil que a una guerra convencional.
Pensar que Ucrania puede salir victoriosa de esta guerra es pensar una utopía, incluso si no le falta la ayuda de EE. UU. y UE. Porque no olvidemos que Rusia es una potencia nuclear y un país rico en recursos naturales y por tanto preparada para una larga duración del conflicto.
Esperemos que Donald Trump sea el próximo presidente de los EE. UU. y tenga la clave, como él mismo ha sugerido, para llegar a un acuerdo negociado que evite la prolongación de la guerra.
En cuanto al papel de la UE, desde Ursula von der Leyden hasta Macron o Margarita Robles pienso que no se puede ser más tontos: están jugando con fuego con este repentino ardor guerrero.
¿Y el papel de España? Lamentable. No tenemos intereses geoestratégicos de ningun tipo en la Europa oriental y no se entiende qué hacen nuestra tropas desplegadas en esos lares, mientras que el flanco sur, con muchos más riesgos y amenazas sigue desprotegido. Con la Armada controlando buques rusos en vez de frenar la emigración ilegal africana. Qué mal negocio hicimos con entrar en la OTAN.