LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

martes, 26 de julio de 2005

Los espejos del río. Divagaciones de un paseante sentado (V)

Los dos nombres del río

Se pregunta la gente que cómo se ha de pronunciar el nombre de este río. ¿Guadaira? Tres sílabas. ¿O Guadaíra? Cuatro sílabas avisadas por el acento y el hiato. Sobre este asunto, menor desde luego, pero en lo menor se encuentra siempre el meollo de las cosas, ha habido hasta dictámenes académicos y pronunciamientos corporativos.
Perdido entre las páginas de la prensa local encontramos un instructivo y sugerente artículo, que si no fuera la verdad, se le acerca bastante. Su autor, Fernando Soler Cruz, es licenciado en Letras y catedrático de Instituto, pero catedrático de los de antes de las rebajas y del todo a cien. Escribe sin faltas de ortografía y conoce la gramática histórica. Más aún, se entiende perfectamente lo que escribe. Antiguallas en desuso.
«Guadaira —nos explica— no es una palabra compuesta del nombre común árabe wad- (río) y el nombre propio del río (-Aíra o -Ira), sino una palabra derivada de la raíz árabe wad- mediante el sufijo mozárabe –aira, que procede del latín –ariam. Su formación es similar a Guad-iel (“río pequeño”), que también lleva un sufijo mozárabe. La palabra Guadaira, por tanto, comienza en árabe y termina en mozárabe, como Alconchel (la fuente de Mairena) o esos poemas árabes donde se han conservado las jarchas mozárabes. Constituye un espléndido testimonio de la fusión de culturas que nos ha dado origen, y es la vertiente lingüística de esos edificios que, como la Mezquita de Córdoba o la Giralda, están formados por estratos artísticos de diferentes culturas.
Como su vecina Buhaira –castellanizada en otros lugares como Albuera (Badajoz) o Albufera (Valencia)–, también Guadaira resistió la castellanización. En la Primera Crónica General de Alfonso X aparece tanto Guadayra como Guadeyra e, incluso, Guadera. Estas son, precisamente, las tres fases por las que pasó el sufijo latino –ARIAM en castellano hasta terminar en –era.
¿Qué significa Guadaira? Pues aquello que en la Alcalá medieval era imprescindible nombrar; el lugar al que tenían que acudir los molineros, los agricultores, los hortelanos, los aguadores, las lavanderas... El lugar cantado por los poetas, celebrado por su belleza: la rib-era, la orilla del río. Ya lo “tradujo” la Crónica de Alfonso X: Guad-era. El Guadaira es un río al que sus orillas le han dado nombre.»
Pero, ¿por qué entonces aparece el nuevo nombre, Guadaíra, ahora con cuatro sílabas? El licenciado Soler nos lo explica:
«Los intelectuales del Renacimiento, conscientes de la relación entre el castellano y el latín —y orgullosos de esta relación, que ellos creían ennoblecedora—, se entregaron a la etimología sin demasiadas exigencias científicas. En nuestro caso fue Nebrija quien, al tener que incluir la palabra Guadaira en una obra latina la “ennobleció” traduciendo al latín la parte de la palabra que conocía (Guada-) y suponiendo que Ira era el nombre propio del río. De esta forma escribió fluvium Iram, y propuso así una etimología hasta hoy irresuelta, pues no hay inscripción conocida que pueda fundamentar la existencia de este supuesto Ira. Luego, el merecido prestigio de este gramático y su influencia entre la llamada escuela sevillana del Siglo de Oro y, de manera más concreta, sobre escritores como Juan de la Cueva, Mal Lara, Rodrigo Caro o Cristóbal de Monroy hicieron el resto. Muy a comienzos del siglo XVI ya se creía que dentro de la palabra Guadaira había dos nombres y, por tanto, dos acentos (Guada-ira). Así la pronunciación Guadaíra prendió como una de tantas intervenciones hipercultistas en los topónimos».
Misterio aclarado. Asunto concluido.
¿Deberemos, por tanto, volver de manera exclusiva a la antigua pronunciación, la del origen mozárabe, eliminando y rechazando el topónimo hipercultista? No, en absoluto:
«El otro nombre del río, Guadaíra —nos argumenta Soler—, representa también una parte importante de la historia de este topónimo. Refleja los intentos realizados por comprender su significado, y vincula el nombre de la ciudad con el de Antonio de Nebrija y con una serie de escritores e intelectuales sevillanos que se ocuparon de realzar el papel de Alcalá en la conquista de Sevilla, su importancia como suministradora del pan y el agua de la capital o la belleza de su entorno».
¿Puede acaso eliminar el nombre nuevo al nombre viejo, el latinizado Guadaíra al mozárabe Guadaira?
«Pese a la extensión de la etimología cultista —recuerda de nuevo nuestro licenciado—, la vieja palabra Guadaira ha seguido existiendo todo este tiempo. ¿Cómo demostrarlo? La única manera es documentarlo en la poesía, donde se pueden contar las sílabas y, por tanto, saber si se trata de Guadaira o de Guadaíra. Aunque, ¿cómo esperar que a un escritor de los siglos XVI o XVII, conocedor obligado de Nebrija, en plena redacción de un endecasílabo, se le escapase un Guadaira? Pero supongamos que el río, queriendo transmitir a la posteridad el origen de su nombre, se disfraza de mujer y aparece en forma de princesa: la princesa Alguadayra. A Juan de la Cueva, poeta de la escuela sevillana de siglo XVI, le ocurrió precisamente esto: se le escapó. Se le escapó la pronunciación vulgar. Leamos estos dos endecasílabos de su épico poema La conquista de la Bética:
Muertos dexando a todos los Paganos
Que a la bella Alguadayra acompañaban».
Gusta la gente de que las cosas sean blanco o negro, que se diga una cosa o la contraria, que a cada objeto le corresponda un nombre, y sólo uno. Pero la realidad es más compleja: Guadaíra y Guadaira.
Por eso, en estas divagaciones, escribiremos indistintamente Guadaíra o Guadaira, según nos convenga, o según nos pete. Atención, tipógrafos. Mucho ojo, lectores.

2 comentarios:

Álvaro Valverde dijo...

Así da gusto. Ya sabía que esa tilde no estaba colocada en vano. Ahora entiendo mejor el porqué. Saludos.

Anónimo dijo...

Debería unificarse la pronunciación. Guadaira es,como apunta el artículo, la pronunciación natural, siendo la otra poco más que un cultismo erróneo. El río, a todos los efectos, se sigue llamando Guadaira. Estos cultismos ridículos no son exclusivos de este topónimo. El río Guadaiza, en Málaga, tiene también sus mixtificadores que lo llaman Guadaíza. Por más que el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira decidiera en 2002 cambiar el nombre, en una decisión sin fundamento, siempre quedaremos muchos que sabemos cómo se pronuncia de verdad. En español, Gerona no se llama Yirona, ni Lérida se llama Lleida, ni La Coruña se llama A Coruña, como Londres no se llama London, ni Florencia Firenze, ni Milán Milano. Alcalá de Guadaira, igual, por mucho que algún político de poco seso quiera hacernos comulgar con ruedas de molino.