LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

martes, 14 de noviembre de 2006

El último misógino

Otto Weininger fue tal vez el último misógino de Occidente. De su libro Sexo y carácter (1902) copio y pego lo que sigue.

Algunos se preguntarán que a cuento de qué. Pues todo empezó con la cuestión de poetas/poetisas. Esto me llevó a preguntarme por lo maculino y lo femenino. Consulté la biblioteca de la universidad, y había una lista larguísima de bibliografía al respecto. He empezado con el libro más antiguo y probablemente más escandoloso. Lo que no sé es hasta dónde podré llegar en la maraña bibliográfica.

Advierto que el texto puede herir la sensibilidad de los lectores. Sin distinción de sexo.

Ahí va (las cursivas, en el original):

«El hecho de que la sexualidad sea para el hombre tan sólo un apéndice, y no constituya todo el objeto de su vida, le permite separarla psicológicamente del resto de sus actividades, y con esto su concienciación. Así, el hombre puede enfrentarse con su sexualidad y separarla de las otras exigencias de su vida. En la mujer, la sexualidad no se puede separar de la esfera no sexual ni por una limitación cronológica en su aparición ni por su órgano anatómico. En consecuencia, el hombre conoce su sexualidad, la mujer, en cambio, no es consciente de ella, y de buena fe puede ponerla en duda, porque la mujer no es otra cosa que sexualidad, porque es la sexualidad misma. La mujer por ser sólo sexual no nota su sexualidad, pues para hacer cualquier observación es necesaria la dualidad, cosa que es posible para el hombre, tanto desde el punto de vista psicológico como desde el anatómico, ya que él no es únicamente sexual. Por esto posee la capacidad de hallarse en relación autónoma con la sexualidad: puede, si así quiere, ponerle límites o dejarla en amplia libertad, es decir, negarla o aceptarla, ser un Don Juan o ser un asceta. Groseramente expresado, el hombre tiene un pene, pero la vagina tiene una mujer.»

Y aún más:

«El hombre es forma, la mujer, materia […] Las mujeres son la materia que adquiere cualquier forma. Algunas investigaciones parecen demostrar que las muchachas recuerdan mejor que los muchachos las lecciones aprendidas, y esto sólo se explica teniendo en cuenta la inanidad, la nulidad de las mujeres, que pueden ser impregnadas por cualquier tema, mientras el hombre sólo retiene lo que le interesa y olvida todo lo demás. Lo que se ha denominado ductilidad de la mujer, su extraordinaria facilidad para dejarse influir y sugestionar por los juicios ajenos, su total transformación por el hombre, se debe atribuir ante todo a que es pura materia carente de forma original. La mujer no es nada y por esto, sólo por esto, puede llegar a ser todo, mientras el hombre únicamente puede ser lo que es. De una mujer se puede hacer lo que se quiera, en el hombre a lo sumo se puede ayudar a que sea lo que quiere ser. […] La mujer podrá parecer una cosa u otra, pero siempre es lo mismo: nada. De la mujer no se puede decir que no tiene tal o cual cualidad, pues su cualidad característica es la de no tener ninguna. He aquí la gran complejidad y el gran enigma de la mujer, en esto estriba su superioridad y la imposibilidad de ser comprendida por el hombre, que siempre busca en ella un núcleo sólido.»

Weininger publicó su libro a los veintidós años. Poco tiempo después, en octubre de 1903, se suicidó disparándose un tiro en el corazón, en la misma casa donde muriera Ludwig van Beethoven..

14 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que este buen hombre deliraba. Ahora, no menos escandaloso es propugnar el "género" (como una mera decisión de la voluntad) o la identidad o igualdad total entre hombre y mujer. La diferencia no está sólo en la sexualidad, sino que es constitutiva de la persona humana como espíritu encarnado. No somos iguales, somos complementarios, y ahí está la gracia.

Enrique Baltanás dijo...

Weininger incurre en un claro determinismo biológico. Para él, sexo es carácter.
Ahora quizás se incurre en lo contrario: negar totalmente la biología, la naturaleza.
Dos esquiciamientos complementarios.

Anónimo dijo...

Tienes razón, Enrique. Y lo más absurdo de todo es que Humanidades y Ciencia van por caminos separados. Quiero decir, que es ahora cuando por primera vez sabemos cuáles son las diferencias genéticas y cerebrales entre hombres y mujeres. El desciframiento del genoma humano y la revolución cognitiva nos dan las herramientas científicas para conocer de verdad la diferencia entre hombres y mujeres. Esto en tiempos de Weininger no existía. Ahora sí. Por eso, es especialmente retrógrada la posición de los partidarios del "gender".

Negar las diferencias genéticas y cognitivas que ahora conocemos, es como defender a Adán y Eva en tiempos de Darwin. Pero no, ellos se llaman a sí mismos "progresistas", cuando se sitúan al margen de todo el conocimiento científico desde hace años ya, por fin, poseemos.

Anónimo dijo...

"Weininger publicó su libro a los veintidós años. Poco tiempo después, en octubre de 1903, se suicidó disparándose un tiro en el corazón, en la misma casa donde muriera Ludwig van Beethoven..."

A lo mejor lo hizo después de releer sus escritos...

Dal dijo...

Qué curioso, nunca había oído hablar de Weiniger hasta tu entrada, y ahora que estoy leyendo Defensa de la Hispanidad de Maeztu, veo que lo cita con admiración. Supongo que son miserias del historicismo.

Anónimo dijo...

No entiendo por qué la advertencia "hiere la sensibilidad". Soy una mujer, con un cierto grado de conocimiento de la literatura misógina y a fin de cuentas Otto Wieninger recupera una vieja y conocida idea aristotélica: "la mujer es materia sin forma". La idea de que las diferencias interindividuales entre las mujeres son menos profundas que entre los hombres no es nada sepultado en la época de Weininger, es una idea que se puede encontar en tiempos más recientes, por ejemplo, en Marañón.
En eso Weininger no tiene NADA de original, es más, ni siquiera modifica los términos empleados. Ha hecho una completísima recopilación del ideario misógino. A continuación recorre otro camino falso: "la mujer no tiene identidad, ni personalidad puesto que no es capaz de realizar una creación original ni de tener ambición". Todo ello pasando por alto un pequeño detalle: ¿qué medida de la creatividad, de la imaginación y de la personalidad se ha utilizado para llegar a esa conclusión? La suposición permanente de que si la mujer no se dedica a algo es porque no sirve para ello, no porque no le viene en gana y tiene su particular sentido del desafío y de la ambición y este es tan digno como cualquier otro.
En la apoteosis del desvarío Weininger asegura que las muchachas recuerdan las lecciones mejor que los muchachos porque son más fáciles de adoctrinar, porque en ellas la memoria es más importante que la creación o la reflexión, porque en definitiva no tienen "forma". Mentira: la memoria espacial del hombre es en general, no siempre, mejor que la de la mujer, y la memoria verbal de la mujer es en general mejor que la del hombre. En determinadas circunstancias un hombre puede recordar mejor que una mujer, según como se plantee el material para recordar.
Sobre la sexualidad femenina habría que decirle a Weiniger que tanto hombres como mujeres tienen, muy a menudo, una idea torcida de su sexualidad: la que cada sociedad les impone según sus intereses y conveniencias. Tampoco debió el buen señor de tratar más que con "Nutten" e ignora que el deseo sexual está controlado por la testosterona también en la mujer, la cual es segregada no sólo por los testículos sino también en medida mucho menor por los ovarios, no por las femeninas diectamente. Así que el papel del cerebro en el sexo es más importante en la mujer, por segregar menor cantidad de esta hormona típicamente masculina. La mujer es menos sexo que el hombre y no más. Su sexo es más cerebral y su excitación menos simple que la del hombre. Con esto no quiero decir que no haya hombres muy "cerebrales", sólo que su estimulación sexual está más garantizada por las hormonas y requiere menos esfuerzo. Nada más.
Me parece magnífico airear todos los textos misóginos del mundo, todos. Sus tópicos y memeces no varían de siglo en siglo porque están sembradas sobre un suelo común: el esfuerzo de algunos hombres por convencerse de que el acto sexual no es enfrentarse al reto de la intimidad con otra conciencia humana. Ante la necesidad sexual incontrolable lo primero que hace un sujeto inseguro es amputar al otro su yo, rebajarlo a la condición animal.
Weininger apesta, pero no por su misoginia, sino por su vulgaridad. Y no es el último misógino, es la monótona e idiota repetición del mismo estribillo misógino que no desaparecerá jamás, como tampoco los estúpidos estribillos feministoides que nos aburren y aburrirán hasta el fin de la Historia.

Anónimo dijo...

Otto es un monstruo: por eso nos inquieta tanto, nos seduce y se adueña de un tiempo que no se le dedicaría a cualquier otro poeta delirante.

Su siglo, su juventud y su evidente nihilismo no es más que una fuerza sexuada de la decadencia modernista: es evidente que está despechado, pero ¿no toda obra humana que trasciende se escribe bajo la espuela de la insensatez, de las gnas quemantes por ser iconoclasta.

La fuerza de Weininger es aún vital, a más de un siglo de su arribo al mundo: prueba irrefutable de su honestidad para consigo mismo, el pobre, salvador sin adeptos, llegó a la cumbre de una verdad que no podía menos que destruirlo. ¿Algún feminista aspira a un Dios así de subyugante?

alejandro martinez dijo...

Me gustaría que se tomaran en cuenta los siguientes consejos (modestos y penosos) al momento de leer al suicida de Viena:
a)La tentación de ceder a lo políticamente correcto.
b)La tentación de simpatizar o no con el pensamiento de la tesis expuesta.
c) La tentación de no caer en la desesperanza…
Sí, porque es esta última la que nos acosa cuando se trata de entender esto que media entre hombre y mujer. Alguna vez quisimos ser locos (dice Cioran a propósito de Otto), alguna vez amamos, y alguna vez necesitamos de un "predestinado" que nos viniese a redimir de nuestro amor maltrecho, apenas roto.
Es un genio lirico: nos reduce a los unos a pura forma y a los otros a pura materia. (Pues bien, ni a cual irle).
Fue mi ídolo hasta que de repente empecé a vivir con las mujeres de carne y hueso.

opermon dijo...

weininger es el modelo por excelencia del genio atormentado el genio femenino en el que dominan los sentimientos en oposicion al genio masculino en el que predomina la razon sobre los sentimientos genio equilibrado genio atormentado pero los dos cuspide de la inteligencia humana weininger intuye el verdadero entramado de la mente humana descubrimientos muy posteriores a el confirman sus geniales intuiciones negar esto sea quien sea el que lo haga denota su inferioridad mental la realidad es a veces abrumadoramente cruel es mas facil vivir en la fantasia ribeteada de concepciones faciloides y lubricadoras de la aterradora realidad honor y gloria a otto weininger.

opermon dijo...

de algunas criticas que he leido sobre weininger me recuerda el ataque de los pigmeos contra el gigante gloria y honor a otto weininger.

Anónimo dijo...

OJO NO SE TRATA DE MISOGINIA NI DE DENIGRAR A LA MUJER WEININGER VE CON LOS OJOS DEL CEREBRO DE UN GENIO POR LO DEMAS LAS MUJERES SON MAGNIFICAS EN SU CONTEXTURA TOTAL VIVAN LAS MUJERES

Anónimo dijo...

Mónica dijo:"La mujer es menos sexo que el hombre y no más".

Al decir eso, expresas tu GRAN IGNORANCIA SUPINA

Luis García Chico dijo...

Weininger no es un cualquiera, para empezar. Llamarle misógino es no entender en forma completa su escritura.
Weininger hace una llamada a las mujeres para que dejen de ser inferiores, para que dejen de ser nada (su libro no deja de intentar ser una prueba o demostración de que son nada); pero claro, la presunta mala fe de un autor siempre es más seductora para los cometidos sectarios (en este caso feministas) que la buena fe. Si la mujer quiere ser como el hombre (pobre desgraciada) y considerar alcanzar así la "igualdad", allá ella; Weininger criticó mucho a Nietzsche y, qué cosas, acabó utilizando una analogía del concepto de "voluntad de poder" que parece, es lo que pide a las mujeres. La mujer es inferior porque le atrapa la rémora sexual, lo que debe hacer es ella misma encontrar quién es verdaderamente desatándose de tal lastre, y dejarse de tanta competición por querer ser hombre. Un saludo.

Anónimo dijo...

James Joyce, Franz Kafka, Ludwig Wittgenstein y Stefan Zweig. ¿Sabéis qué tenían en común estos cuatro hombres además del sexo y el genio? Su profunda admiración hacia Otto Weininger.