LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

viernes, 15 de septiembre de 2006

El enigma Rojo




No me refiero a la polémica de quién era mejor estratega, si Franco o Rojo, polémica suscitada por el coronel Carlos Blanco Escolá en sus libros La incompetencia militar de Franco (Alianza) o Vicente Rojo, el general que humilló a Franco (Planeta). La polémica sobre el asunto entre los coroneles Carlos Blanco Escolá y Francisco Alamán Castro puede seguirse, por ejemplo, en algunos artículos de la revista El Catoblepas.
Por mi parte, nada perito en cuestiones militares, entiendo que el sentido común nos lleva a ver como imposible la comparación entre Franco y Rojo. Es como sumar peras y manzanas. Franco logró unificar en su persona el mando político y el militar, mientras que Rojo nunca pasó de ser "un técnico", un subordinado, y por tanto sin verdadera capacidad de decisión ni mando sobre todas las fuerzas. No son magnitudes equiparables.
Siempre me he preguntado, y es éste el enigma que me planteo, por el resorte del general Rojo. Por el secreto de su personalidad. Era católico, y hombre, al parecer de acendrada religiosidad. Sin embargo, fue el general de la República que desató una de las mayores persecuciones religiosas de Europa. Las operaciones militares que diseñó prolongaron la duración de aquel régimen... y de la guerra, que sin las contraofensivas que él planificó, pudiera haber acabado mucho antes.
La explicación "oficial" es que fue un militar leal a la República, que fue fiel a su juramento, que defendió al Gobierno legítimo. Nada más.
Es una explicación de color rosa, difícil de creer. El concepto de legitimidad había perdido cualquier funcionalidad desde bastante antes de 1936. La gente combatió en uno u otro bando por una de estas dos razones: o según su ideología y sus convicciones, o según la zona en que la suerte lo puso el 18 de julio.
Rojo era católico. Él mismo se definía como "español, militar y católico". ¿Cómo pudo presenciar impasible la persecución religiosa, el asesinato de gentes sencillamente porque iban a misa o eran sacerdotes o religiosos?
Frente a quienes quieren presentarlo como un militar aséptico, neutral, meramente técnico, son muchos los testimonios que indican su afiliación a la UME, organización decisiva en la preparación del Alzamiento.
Félix Schlayer, en su libro Diplomat im roten Madrid, traducido ahora con tan poca fidelidad como vista comercial como Matanzas en el Madrid republicano en ediciones Áltera, dice lo siguiente:
"Con lágrimas en los ojos, Rojo les aseguró a sus antiguos compañeros [i.e.: los resistentes del alcázar de Toledo, con quienes se entrevistó para negociar su rendición] que pensaba como ellos, pero su mujer y sus seis hijos estaban como rehenes en manos de los rojos, y no le quedaba más remedio que atenerse a tal coacción, pues carecía de valor para dejar matar a los suyos."
Aunque Schlayer no fue testigo directo de la conversación, alguien que sí estuvo, su antiguo colaborador y amigo el capitán Emilio Alamán Ortega, ahora entre los sitiados, contó que Rojo le dijo:
"Me he comprometido con esa gente. No quiero ni debo faltar a mi palabra. A mayor abundancia, tengo mi familia en Madrid; su seguridad depende de lo que yo haga. Pero vosotros resistid sin desmayo. Sois los mejores y ganaréis. Adiós. ¡Viva España!"
El propio Rojo nunca desmintió categóricamente estas versiones, sino que más bien pasó de puntillas por ellas. Sin embargo, para mí no está tan claro que Rojo permaneciera con la República en condición de rehén.
Primero, porque, un alto jefe del ejército, ¿no podía hacerse con un avión, meter en él a su familia y colaboradores más íntimos, y largarse al extranjero?
Segundo, porque la conducta de Rojo no fue la de un subordinado obediente, que se limitara a cumplir órdenes de mejor o peor gana. Fue un creativo, no un gestor.
Tercero, porque ni en el exilio ni tras su vuelta a España entonó palinodia alguna, ni la más mínima autocrítica, ni esgrimió para su defensa la condición de rehén.
Que Vicente Rojo no era meramente un técnico, sino un hombre con pensamiento político propio, da cuenta su abundante obra escrita en el exilio, édita e inédita.
En su libro Momento español, de enero de 1946, encontramos afirmaciones sorprendentes. Por ejemplo, ésta:
"Admito la posibilidad de ser llamado algún día a desempeñar una función de responsabilidad rigiendo los destinos de mi pueblo..."
¿Se veía como futuro jefe de gobierno? Por si acaso, ésta era su propuesta, no menos sorprendente viniendo de un general supuestamente "republicano":
"Mi fórmula es ésta: Monarquía instaurada por la voluntad nacional y con base eminentemente popular, porque como régimen monárquico implica la reaparición de un órgano recotr situado al margen de la discordia española, porque por su fundamento nacional y sus raíces históricas puede restablecer la continuidad rota en la vida de nuestras instituciones y porque con una actuación imparcial y justa puede devolver la paz espiritual y material a los españoles, cosa imposible de lograr por el régimen franquista y por los republicanos."
Su nieto, José Ángel Rojo, cuenta que entre sus papeles hay algún boceto en el que habla de "comunismo cristiano", aunque por desgracia no se explaya mucho más.
¿Era ésa la fórmula del general? ¿El "comunismo cristiano"? No lo sabemos.
Para mí, Vicente Rojo sigue siendo un enigma. Quizás porque cualquier vida es un enigma. Casi siempre insoluble.

4 comentarios:

Aquilino Duque dijo...

Estuve hojeando el libro del nieto de Rojo en una librería y me llamó la atención la mención de un voluminoso diario o de notas para un diario que a su muerte alguien hizo desaparecer. El libro susodicho debe de ser interesante por los datos que aporte, siempre que se sepan interpretar. Por ejemplo, el otro día me remitiste al artículo biográfico sobre el Angel de las Prisiones, donde se menciona que la implacable justicia franquista lo condenó a seis años. El lector de hoy no sabe que esa pena era la mitad de la mínima, que eran doce años, y que no suponía el ingreso en prisión. Mi amigo Campuzano, condenado a doce años por masón, purgó esa pena sin otra obligación que presentarse cada semana en la comandancia de su pueblo natal. Estas cosas desde luego no pasaban en Rusia después de la guerra civil ni en Alemania después de la guerra mundial.

Breo Tosar dijo...

Enhorabuena por tu entrada, me ha gustado muchísimo. Que sepas que soy un fanático sobre la guerra civil española y que me encanta leer libros históricos sobre esta materia, ya sean de Pío Moa o de Paul Preston.

Es bueno desmontar los mitos porque lo falso no nos interesa. Creo que has acertado plenamente al describir a Vicente Rojo como un personaje enigmático. Lo fácil es la versión rosa que criticas. Pero eso es lo mítico, lo falso.

Por cierto, como el nieto de Rojo, yo también he escrito un libro sobre mi abuelo. Pero a diferencia del anterior, mi abuelo era un auténtico republicano: un humilde obrero y luego aviador. Aun así, no creo que este año gane el Premio Comillas de Memorias. Y empiezo a husmear entre editoriales...

Enrique Baltanás dijo...

A Beo Tosar:
Te deseo mucha suerte en la búsqueda de editor para ese libro, que sin duda será bien interesante. Cuenta con que ya tienes un ejemplar vendido.
A mí me interesa mucho toda esa época de la república y la guerra civil, porque creo que como se suele decir, si no conocemos la historia, estamos condenados a repetirla.
Desgraciadamente, algunos ahora están interesados en eso: en olvidarla y en repetirla.

Enrique Baltanás dijo...

A Aquilino Duque:
Efectivamente, estoy de acuerdo en que la "implacable justicia franquista", comparada con la de STalin, Hitler, Mao, Pol Pot, etc... es una cosa, vamos a decirlo suavemente, relativa. Al propio Rojo no lo molestó nadie, aunque lo juzgaron: no pisó la cárcel ni estuvo detenido en ningun momento; por supuesto, ni le reintagraron al Ejército ni le hicieron un homenaje nacional.