LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

viernes, 5 de enero de 2007

Autonovela de desconocido

[Venecia desde el canal de la Giudecca, de Turner]

Se han dado tantas definiciones de lo que es una novela, que cada uno puede elegir la suya y pocos coincidirán en la misma.
Por eso dijo Pío Baroja (algunos le atribuyen la frase a Cela) que novela era todo libro que, debajo del título, pusiese el rótulo de "novela", lo cual era menos una definición que una ocurrencia.
Leo estos días primeros del año Arco del paraíso, el último libro de José Luis García Martín. Y lo leo como una novela. Porque lo creo una novela. Hay un milieu, un paisaje, un escenario de fondo, Venecia, una ciudad que es todas las ciudades, incluso todas las aldeas, como la escondida y perdísima Moncóu. Hay una acción narrada, una apasionante trama que no es más, ni menos, que "un largo paseo por los recovecos de la memoria, por los anaqueles de mi biblioteca". Personajes secundarios, unos más conocidos que otros, como Giacomo Casanova, Goldoni, Moratín, Pedro Antonio de Alarcón, Giorgio, Paul Morand, Amós Escalante, Tiziana, Ismail Effendi... Y un protagonista-narrador, que sostiene una tertulia las tardes de los viernes en Oviedo, que ha escrito libros, pero que no es el conocido profesor y crítico ovetense, sino alguien que tiene por aspiración máxima en su vida ser eterno peatón en Venecia, pero un peatón muy especial: "Peatón en Venecia, el dedo sobre el plano, lejos de Venecia, quizá la única manera de estar de verdad en ella."
Un protagonista que, en medio del laberinto de calles, canales y campi, tiene las cosas muy claras:
"Estar de paso es la mejor manera de estar en cualquier lugar: hay placeres que son sólo para el amante fugaz, placeres que el fiel marido ignorará siempre. Venecia guarda sus incomodidades, sus malos humores, para los que viven en ella: sólo entrega su mejor sonrisa a los que llegan, besan y se van. Y vuelven, como yo, siempre que pueden."

Un protagonista que ha alcanzado y nos entrega una filosofía entre resignada y libertina y, hablando de ciudades, no nos habla sólo de ciudades:
"Ser un don Juan de las ciudades: amarlas todas, encontrar en todas, incluso en el más polvoriento poblachón, un rincón digno de ser acariciado, pero no casarse con ninguna. Irse cuando todavía nos gustaría quedarnos."

Por último, las generosas dosis de psicalipsis que humedecen el libro nos acaban de convencer de que se trata de una novela: el ingrediente no falta en casi ninguna de las que se escriben hoy.
Puede que tuviera razón don Pío Baroja, y que una novela sea cualquier libro que el autor o el editor subtitulen como novela, pero hay novelas que no salen en colecciones de narrativa, novelas que no llevan el rótulo novela.

No hay comentarios: