LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

martes, 5 de septiembre de 2006

Pascal y los progresistas



La Religión Oficial de la Modernidad (ROM) nos manda que creamos ciegamente en el Progreso. Así, quien no se considere progresista será un bicho raro, un hombre a redropelo y a contracorriente, un iluso y un obtuso.
Pero en el progreso no hace falta creer, porque, sencillamente, es una evidencia. Enfermedades que no se curaban, ahora se curan; distancias que exigían meses, ahora se recorren en horas, etc., etc.
Pero el único progreso evidente, innegable, es el progreso material. En lo moral, el hombre sigue como al principio de los tiempos. Las guerras, los crímenes, las crueldades, la estupidez o la locura, ahí siguen, quizás más atroces porque disponen de más medios.
Este mismo progreso técnico se usa lo mismo para el bien que para el mal: gran invento internet, pero enseguida hubo quienes se dedicaron a fabricar virus y a distribuirlos para infectar la red, para causar daños, para joder. Un ejemplo nimio, entre otros más graves y terribles.
Luego el progreso es innegable, pero es también relativo.
Y siempre tiene un precio, una contrapartida, un conque.
Qué bueno que tengamos automóviles, pero la contaminación, el ruido, los atascos, los aparcamientos (imposibles), los accidentes...
Qué bueno que ahora todos comamos pollo, aunque el pollo ya no sepa a pollo, ni a nada...
Qué bueno que la ciencia médica nos haya alargado la vida, pero, salvo unos cuantos privilegiados por la naturaleza (por la naturaleza, no por la ciencia), a ver cómo pasamos el último tramo, si en la cama, en el hospital o en el asilo. Rodeados de nietos, seguro que no.
Sin contar los errores del propio progreso: recuérdese el caso de la talidomina en Alemania.
Se dice que con el progreso disfrutamos de más tiempo libre. Me permito dudarlo, cuando menos. Tengo la sensación de que ahora vivimos más agobiados y estresados: no hay tiempo para nada.
En fin, que el progreso material es innegable, relativo y, a veces costosísimo. Del otro, del moral, ni hablemos. Porque sería como hablar de nada.
Van pasadas más de tres centurias desde que lo advirtiera Pascal, experto in utroque (quiero decir, en invenciones y en moralidades):
"Las invenciones de los hombres van avanzando de siglo en siglo. La bondad y la malicia del mundo son, en general, las mismas."

Del siglo XVII al siglo XXI, el diagnóstico no ha hecho más que confirmarse.
Pero aún hay gente que espera del progreso no sé qué.

3 comentarios:

Álvaro Valverde dijo...

Muy bueno, Enrique. Ayer pasé casi todo el día en Sevilla y me acordé de ti. Por el calor, sobre todo. Y por estas cosas que escribes y que me parecen tan interesantes. Saludos.

Breo Tosar dijo...

Alpaudo tu entrada. Es una dura crítica a la mentalidad de lo políticamente correcto, que impone unos cánones que hay que seguir. La izquierda es una maestra en dar la vuelta a la tortilla. Siempre lo ha sido (por ejemplo, decir que nunca pretendía la guerra civil en la Revolución de 1934). Hoy, en nuestra sociedad, la izquierda ha logrado una instauración de contravalores tremendamente salvaje y absolutamente retrógrada. Volvemos a la época clásica de los espartanos... Yo no veo el progreso en ninguna parte con matar niños no nacidos (tengan ocho meses, dos meses o un día). Quien crea que eso es progreso es que realmente es estúpido.

Jesús Beades dijo...

Enrique,estoy leyendo los Pensamientos de Pascal, y me estoy quedando fascinado. Curioso personaje, al que me acerco por interés hacia el fenómeno "Port-Royal". Me alegro de que coincidamos en este autor.